En casa del Consejero (fragmento)Eugenia Marlitt
En casa del Consejero (fragmento)

"La habitación de la paciente había recobrado su aspecto sencillo y patriarcal.
A instancias reiteradas de Henrietta, habían quitado todos los objetos que llevaran de la quinta por orden de la presidenta, y sobre el pavimento de rojos ladrillos del corredor estaban amontonados las butacas tapizadas de seda, los jarrones, la estufa y los elegantes utensilios de tocador; la loza, desposeída por la porcelana había recobrado su sitio en el lavabo; los anchos sillones que habían tenido que ceder su puesto a las butacas revestidas de ricas telas, habían sido reintegrados en sus derechos, y sólo quedó, junto a la cama, la mesita sobre la que estaba colocada la jaula dorada, que servía de nido al canario de Henrietta. Allí podía el pajarillo aletear libremente, volar por todo el cuarto, ir a picotear el terroncillo de azúcar que su ama le ofrecía y posarse alegremente en la lámpara adornada de flores que pendía del techo.
A mediodía, Hanna, la doncella de Henrietta, había sido enviada a la quinta para compensarse del sueño perdido durante la noche, y la amable tía del doctor la había substituido a la cabecera del lecho de la enferma.
La diaconesa llevaba puesto aún su elegante vestido de seda, pero lo cubría con un ancho y blanquísimo delantal de peto.
Henrietta sabía ya el motivo por el cual habíase ataviado de tal manera la tía del doctor. Su doncella le había dicho que la diaconesa había recibido con grandes deferencias a un pájaro gordo de la corte, a quien la criada vio en el corredor, y que en seguida le introdujo en el despacho del médico.
¡Un elevado palatino en casa de Bruck, que hasta entonces sólo había asistido a enfermos pobres o ricos plebeyos!
Esto era un acontecimiento maravilloso, estupendo. Por eso el rostro de la diaconesa estaba radiante de júbilo, por eso había notado Henrietta que la buena señora, que adoraba a su sobrino, había derramado lágrimas de alegría... Mas a pesar de sus reiteradas preguntas, Henrietta no pudo descubrir el motivo de tan inesperada visita y estaba de tal modo agitada, que el doctor, si quiso calmarla, hubo de referirle minuciosamente lo que ocurría.
Entretanto Katharina estaba en la quinta, adonde había ido enviada por su hermana para llevarle un libro y varios pequeños objetos. "



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