Hipotermia (fragmento)Álvaro Enrigue
Hipotermia (fragmento)

"Desde que acepté el trabajo aquí y me pusieron en Proyectos de Desarrollo contigo –le contó– tenía consciencia de que una mujer con la que hace muchos años sostuve una relación muy intensa vivía en DC, casada con un funcionario del Banco. Era lo único que sabía y de oídas, porque no me había comunicado con ella desde que rompimos. Y un día, agregó el sirilanqués como para acelerar el trámite, te la encontraste en la tienda del primer piso comprando la leche. No: al día siguiente de que me ascendieron a Comunicación apareció en mi cubículo de la nada y me dijo que no le había dado las gracias. Cuando me repuse del susto le pregunté de qué y me explicó que le había hablado de mí a su esposo y que por eso me había mandado llamar; se sentó en una de las sillas de enfrente a mi escritorio y agregó: Le dije que habíamos sido muy amigos. ¿Y qué haces aquí?, le pregunté. Tenemos boletos para la ópera, pero está en una reunión, ¿voy por dos cafés y lo esperamos platicando? Ve por dos cafés. Malik interrumpió diciendo con las cejas muy arriba: ¿Es la esposa de tu jefe? Sí. Ya no sé si quiero seguir oyendo. Ya estás como gringo. Entornó los ojos y concedió: ¡Ephatha!, y siguió: Entonces la invitaste a almorzar otro día. No, no la vi en dos o tres meses: si en Proyectos de Desarrollo nunca hay oportunidad de nada, en Comunicación la vida personal prácticamente no existe. ¿Entonces? Ascendieron al jefe a director para la cuenca del Pacífico y ofrecimos un coctel en su honor, en el Old Ebbit’s, que le gusta mucho porque trabajó en el Tesoro; rumbo a la ceremonia oficial de nombramiento se detuvo en mi cubículo y me dijo: Nos vemos en el brindis, trae a tu mujer. ¿Va la tuya?, le pregunté. Alzó las manos como implorando al cielo y me contestó: Lleva semanas jodiendo con que le dio mucho gusto verte y con que se muere de curiosidad por conocer a tu esposa. Y entonces, completó Malik, que ya se había acabado su brocheta, te la ligaste en la cara de todos. No fui yo: sólo pasó, nos quedamos platicando y cuando me di cuenta ya estábamos compartiendo el mismo vaso; en un momento me dijo que tenía un mensaje guardado para mí. Qué, le pregunté. Es un mensaje que se pasa con saliva, contestó. Y te puso de hinojos, completó Malik levantándose de la mesa, y abrió tu boca y dejó caer sobre tu lengua una gota de sus aguas sagradas. Es una forma lírica de ponerlo. El sirilanqués miró el reloj y dijo: No me tengo que ir, pero de verdad no quiero escuchar más. "


El Poder de la Palabra
epdlp.com