El estadio de Wimbledon (fragmento)Daniele Del Giudice
El estadio de Wimbledon (fragmento)

"He buscado una barbería; he tratado de mojarme lo menos posible, pero cuando he entrado estaba empapado. El peluquero, un meridional oscuro, al poco de haber iniciado su faena ha dicho: «Tiene usted una barba del tercer tipo.» He preguntado cuál era la diferencia, y él ha cesado de afeitarme para hablar hacia el espejo: «El tercer tipo es el de las barbas secas y duras. El segundo tipo es el de las barbas compactas, extendidas, de piel grasa. Al primer tipo pertenecen las barbas delicadas y ralas.» Le he preguntado si era él quien las había clasificado así, o si la cosa tenía un carácter científico, pero no me importaba su respuesta; pensaba más bien en su afán por repetir esta historia a todo cliente al que no conoce y con el que no tiene temas de conversación; pensaba en el acto de hablar como profesión, hablar para agradar. Ha añadido: «Cada uno tiene su barba.» Sólo para mi tipo, sin embargo, parece ser «verdaderamente indicada» la navaja de barbero, como esta que ahora deja, sobre el papel sanitario con que él la limpia, una estela de jabón y astillitas negras.
Luego, en ese momento del afeitado en que se está en perfecto silencio y se presta atención incluso al acto de tragar saliva, he vuelto a pensar en Angelo y he recordado por fin quién es el que dice «su vida es su obra». Se lo dice Katharine Hepburn a Montgomery Clift en De repente, el último verano. Repitiéndolo como un trabalenguas, en un jardín monstruoso: la vida es la obra del poeta, la obra del poeta es su vida. Pero Sebastian no tenía escrito en su cuaderno siquiera un poema.
El barbero ha dicho: «Tiene que estarse quieto.»
Desde el taxi me fijo en el camino, para entender cómo es posible que en la casa a la que me dirijo se vea la ciudad desde el mar; nada más entrar me acerco a la vidriera para verificar el trayecto desde aquí. Ella sonríe: «He hecho preparar un par de cosas rápidas.» Ha habido unos cuantos cumplidos, he dicho que me parecía muy bien de todas formas.
Durante la comida he hablado de mi jornada matinal, o de otros encuentros, o de ciertas caras o frases que me habían sorprendido. Hablo sin pedir que me explique o me confirme; pero ella ofrece de cada persona algún detalle esmerado, transversal. De cuando en cuando me mira a través de las gafas cuadradas de concha, con las varillas talladas. Ha dicho: «¿No ha pensado en hablar con Gerti?» He contestado que lo había pensado, pero que no sabía cómo encontrarla. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com