La habitación de invitados (fragmento)Helen Garner
La habitación de invitados (fragmento)

"Peggy me lanzó una mirada. Una mezcla de comprensión y horror asomó a sus ojos. Me debilitó. Una poderosa oleada de cansancio me invadió por completo. Temí caerme del banco cuan larga era entre las rosas cortadas. Al mismo tiempo resonó en mi mente una cadena de pensamientos metálicos, como un ancla al soltarla. La muerte no debe negarse. Intentarlo es una presunción. Infunde locura en el alma. Absorbe la virtud. Envenena la amistad y convierte el amor en una farsa.
Después de comer, Nicola se retiró a descansar. Yo cogí el coche y fui a la Casa de España. Por no avergonzar a mi hija y su marido, ni volver a casa portando los microbios de la muchedumbre, me quedé en el fondo cerca de la puerta. En las mesas, las familias españolas vociferaban y bebían con alegre bullicio, sin callar siquiera cuando los viejos con las guitarras en el regazo empezaron a tocar, acompañados por las vehementes palmas de las viejas, con el pelo teñido, recogido en altos moños y adornado con peinetas y flores. En el escenario mal iluminado, Bessie y sus compañeras aparecieron formando un grupo compacto, la espalda recta, los hombros bien erguidos y el pecho orgulloso. Levantaron los brazos, hicieron girar las muñecas y los dedos. Entre el ronco vocerío de los cantaores, zapatearon con sus duros tacones y agitaron los volantes carmesíes de sus faldas. Se me saltaron las lágrimas y me cubrí la cara.
El lunes por la mañana, antes de que Nicola se fuera a la clínica, telefoneé al servicio de cuidados paliativos Mercy. Me atendió una mujer de voz serena y cordial. Al igual que ante la mirada de comprensión de Peggy bajo las rosas trepadoras, casi me vine abajo. Entrecortadamente, di una versión truncada de nuestra situación. "



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