Muerte por fusilamiento (fragmento)José María Mendiola
Muerte por fusilamiento (fragmento)

"Ahora amanecía ya de una manera decidida. El jardín emitía ruidos: no todavía de pájaros, cuya algarabía se dejaría sentir más tarde, sino un impreciso vagido de algo que despierta con esfuerzo y sueño. El Presidente había ya renunciado por completo a dormir. Los párpados estaban secos y duros, y sentía dentro de ellos la redondez insomne de sus ojos. Visitaría al muchacho. Le hubiera gustado, no sabía por qué, tener gente así a su alrededor. Gente como Alijo Carvajo. En realidad, le conocía ya un poco. La actitud de su novia era, para él, como un elocuente retrato del revolucionario. Ella pertenecía a aquella clase de personas que pueden estar completamente enamoradas de alguien y, luego de haberle visto cometer una iniquidad, despreciar a ese alguien de una manera absoluta e inapelable. Y continuar luego viviendo con la misma apariencia de siempre, sin que nadie pudiera presumir si era dolor o resignación o indiferencia lo que había dentro de ella. Él mismo, en cambio, lo traslucía todo, lo expresaba todo con gestos, con elocuentes delaciones de sus ojos. Sus arrugas, sus leves movimientos nerviosos, le traicionaban. Claro que, al principio, había sido diferente. ¿Por qué había cambiado? Se había roto algo dentro de él, no había duda: una pieza fundamental. Y ellos —todos los demás— lo advertían, lo presentían. Especialmente, Leonardo. Claro que eran sutiles, hábiles: no demostraban que conocían el fallo. Si él imponía su voluntad, se callaban y bajaban los ojos.
Llegó así a la conclusión de que lo que él en realidad añoraba era un poco de sinceridad. Nada más. La sinceridad le hubiera ayudado mucho. Una sinceridad dura, incluso no amistosa. Tal vez la sinceridad de un enemigo fuera la mejor, si hubiera podido restar de ella el porcentaje exacto de odio y aprovechar el resto. Empezó a pensar entonces que en la visita a Carvajo que proyectaba había, solamente, egoísmo. "



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