Crónicas diabólicas (fragmento)Jorge Ulica
Crónicas diabólicas (fragmento)

"Los inspectores prohibicionistas hicieron un raid como aquí se dice, o «echaron rialada» como allende El Bravo se expresa, en una de las playas del puerto, y como resultado de tan interesante operación, cayeron a la trampa una veintena de individuos que, armados de ánforas, frascos y botellas, todas con caldos «intoxicantes» habían ido a disfrutar de los encantos del océano, de las frescuras de la brisa, del murmurio, del oleaje y de los efectos del aguardiente. Todos estaban contentísimos, alegres como un foxtrot de jazz band y decidores y bravos. En la cárcel, después, se pusieron mustios y tristes.
Uno de los presos de aturdimientos alcohólicos me nombró su abogado. El día de la audiencia los defensores de otros de los bebedores que me precedieron en el uso de la palabra, demostraron, por más que sus clientes eran enfermos y no criminales; que según modernas teorías, indiscutiblemente maravillosas, los afectosos al «whiskey» solían tener abscesos en la parte más delicada del cerebro, por allá cerca, del septum lucidum o tabique transparente; que esa era la causa de su amor al vino, y que sería una crueldad castigar a quien no era culpable de que le salieran, espontáneamente, chichones de los «chiluca» adentro.
Por allí me fue también en mi luminosa perorata, más luminosa aún por tratarse del tabique transparente, y la Corte, aceptando en todo las teorías de la defensa, ordenó que se radiografiara el cerebro de los acusados, procediéndose a privar de abscesos cerebrales todos los que tuvieran para quitarles el feo y bochornoso vicio de la embriaguez.
Estuvimos tan de malas, que de los veinte enfermos de alcoholismo solo un chino y mi defensa resultaron abscesados. El chino era riquísimo de la poderosa casa de los Fre-gon-sones, y, previo pago de una multa, se fue a operar a la Gran China. Mi cliente, más pobre que un franciscano, se sujetó al tratamiento y murió heroicamente en el patíbulo, o sea, en la mesa de operaciones. "



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