Las posesiones (fragmento)Llucia Ramis
Las posesiones (fragmento)

"La empresa quebró tras haber entrado en concurso. El gobierno de la sociedad correspondía a un consejo de administración cuyo consejero delegado era Vasconcelos, quien tenía plenos poderes. En los juicios, los demás miembros del consejo demostraron que les había ocultado información. Quizá supieran que entraba algo de dinero negro. Pero en cualquier caso desconocían que ese dinero, igual que el declarado, no se estaba destinando íntegramente a inversiones bursátiles, sino que una parte sustancial se prestaba a un gran empresario dedicado a la construcción a cambio de intereses más altos.
Mi abuelo salió indemne de responsabilidades como consejero. Como socio, perdió todo el patrimonio que había invertido en la sociedad de valores. El problema era que Raquel había invertido en aquella empresa todo lo que había heredado de sus padres, fiándose de Vasconcelos y Ernaux, que la animaron a hacerlo. ¿Era justo perderlo, junto con su trabajo? ¿Todos los ahorros de su familia? No, bajo ningún concepto. Mi abuelo no se iría de rositas, pensaba ella. Tal vez había convencido a los jueces de su inocencia, pero en cualquier caso tenía una responsabilidad moral. ¿Acaso nunca vio aquellas bolsas llenas de dinero que salían de la oficina? ¿Nunca se interesó por su destino? Y si no preguntó, si de verdad nunca las vio, ¿no era un inepto, incapaz de presidir una empresa como aquella?
Raquel se acordaba de ese regalo envenenado del señor Vasconcelos, si es que no lo eran todos los suyos, él, que fingía hacerlo todo tan fácil. Sabía que el cargo había sido simbólico, porque Benito Vasconcelos jugaba a los negocios como quien juega al Monopoly. Pero ella podría reclamar responsabilidades; al fin y al cabo, ser el presidente de una empresa no era ninguna broma. Y aunque mi abuelo se hubiera jubilado, en el momento en el que ocurrió todo aún lo era.
Raquel les había confiado, tanto a él como a Vasconcelos, el resultado de todos los años de trabajo de sus padres, unos ahorros conseguidos con muchísimo esfuerzo. Ella misma se había volcado al máximo en aquella gestora. ¿Y ahora iba a perderlo todo por culpa de unos incompetentes que la habían engatusado? Ni de coña, le decía a su marido. Los Ernaux están forrados. A él tanto le da, claro, seguro que lo que ha perdido es poquísimo, en comparación con lo que tiene. Pone cara de no haber roto nunca un plato y se queda tan ancho. De tal palo, tal astilla; su hija era igual, una mosquita muerta. Pero si creen que me voy a quedar de brazos cruzados, están muy equivocados. Tengo que luchar por lo que es nuestro, nuestros hijos merecen ir a las mejores universidades, que para eso me lo he currado. Y mis padres también se lo curraron para que yo tuviera una buena herencia. Que lo hemos perdido todo, cariño, ¡todo! Y eso, por fiarme de los jefes. ¿Me vas a decir que Georges no sabía nada? ¿Nada de nada? Que yo me hice socia porque ellos me lo dijeron, hostias. Y ya ves, también en esto hay clases. Pero se va a enterar. A mí no me joden la vida. Ni la mía ni la de todos nosotros. Tengo que recuperar mi dinero, nuestro dinero. Yo solo hice lo que se me pidió, y mira cómo me lo pagan. Esto no va a quedar así.
Todo esto son suposiciones. Es imposible ser ecuánime cuando la sombra de Raquel ha planeado sobre mi familia todo este tiempo. La culpa que mi abuelo arrastró tantas madrugadas en Can Meixura, aunque luego atribuyera su insomnio al mal de las piernas inquietas, venía motivada, tal vez, por el hecho de no haber sido lo suficientemente rotundo con Benito Vasconcelos. "



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