Hablando sobre Summerhill (fragmento)Alexander Sutherland Neill
Hablando sobre Summerhill (fragmento)

"Los pupilos de Summerhill pasan ocho meses en la escuela y cuatro en sus casas, de modo que no pierden contacto con el mundo exterior. Cierto que el mundo exterior no puede ser llamado libre, pero cuando los muchachos salen de la escuela aca­ban adaptándose a él. De ahí que a menudo han de ser unos hipócritas conscientes, pero ¿Quién no lo tiene que ser? Descubrirse la cabeza ante una señora es un acto insignificante, pero en realidad encubre el hecho de la inferioridad de la mujer en nuestra civilización patriarcal. El respeto que se le tributa a la mujer evidencia una compensación an­te ese hecho; no obstante, yo me descubro siempre, como es de rigor, aun consciente de la poca impor­tancia del gesto. Este ejemplo quizá habrá podido ilustrar la conducta post-escolar de nuestros ex pupilos. Sin embargo, a algunos se les dificulta en­contrar amigos que piensen y sientan como ellos.
Uno no puede preparar a propósito una vida y unas profesiones para los niños libres. Nuestros pupilos, como los de todas las escuelas, sencilla­mente siguen la dirección que sus cualidades y sus aficiones les dictan. Uno de nuestros muchachos es albañil, y muy bueno; otro es catedrático; otro peluquero. Cuatro son profesores en universidades, y uno, al cual le fue ofrecida una cátedra, la recha­zó, prefiriendo dedicarse a la investigación. Bas­tantes son médicos, abogados, dentistas, ingenie­ros y artistas. Respecto a las muchachas, algunas se dedican a cuidar niños, otras se han hecho secretarias, una o dos se han convertido en pintoras con sus propios negocios, y algunas se dedican a la enseñanza.
Hace algunos años me preguntaron si alguno de nuestros pupilos se hacía maestro; yo, honra­damente, contesté: "Tan sólo una chica quiso ser maestra y era retrasada mental." Pero eso ya no lo puedo decir ahora que hay como tres que se han dedicado a la docencia. El motivo fundamental que tienen para no hacerse maestros es que saben que sólo hay un Summerhill y que enseñar equivaldría a estar sentado tras de una mesa frente a niños medio aburridos. Creo que la escasez de maestros tiene una significación más honda, no obstante. Las personas libres no desean enseñar, quieren hacer, o, como decía Shaw: "Quién ha­ce más y mejor es el que no enseña." ¿Cuántos maestros hacen algo? ¿Cuántos profesores de gra­mática llegan a escribir un libro? ¿Cuántos profe­sores de arte tienen sus propias pinturas expuestas en las galerías? Igual que el detective puede ser el ladrón que transfiere su culpabilidad sobre el pró­jimo, el profesor puede, del mismo modo, ser una persona insatisfecha que transfiere su ignorancia de la vida sobre los asistentes a sus clases; y en lu­gar de desarrollarse a sí mismo, busca desarrollar a otros. Quizás sea ésta la razón de por qué tantos profesores nunca exteriorizan sentido del humor. En conferencias sobre educación, me doy cuenta de que raramente ríen. Y es que el hombre, que es un diosecillo de hojalata en un pequeño reinado, no gusta mucho de la comicidad. "



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