Ángeles rebeldes (fragmento)Robertson Davies
Ángeles rebeldes (fragmento)

"De la intriga por cómo sería estar en su pellejo a meterme en él no había más que un paso y hacía lo que fuera con tal de conseguirlo. Imitaba sus posturas y su manera de andar, su voz áspera y aguda, pero sobre todo, las expresiones faciales. No era una «imitación», en el sentido en que las niñas del colegio de monjas «imitaban» a las hermanas y a la Supe; era una identificación con el continente como forma de conocer el contenido. A los catorce años, lo llamaba «teoría Theotoky de las personalidades intercambiables», y me entusiasmaba. Y, desde luego, me enseñó muchísimo; cuando se adoptan andares y posturas de otra persona, cuando se intenta averiguar cómo reproducir su voz, suelen descubrirse cosas asombrosas.
Una niña rara, es posible, pero no daría una mota de polvo por una niña que no lo fuera. ¿No son raros todos los niños, según el punto de vista de los adultos, si fuéramos capaces de aprender a reconocerlo? ¿De qué sirve ser niño, si no es por la rareza? ¿Para convertirse en un nabo humanoide más? Pero yo era más rara de lo normal. Ellas estaban orgullosas de tener sangre escocesa, francesa, irlandesa o lo que fuera, pero la sangre gitana no era motivo de orgullo… salvo que la tuviera una misma y supiese lo que era el orgullo gitano, pero no un orgullo presuntuoso como el celta, el teutón o el anglosajón, sino más semejante al de los judíos, un saberse diferente y singular.
Los judíos, tan cruelmente utilizados por el nacionalsocialismo alemán, tan acosados, torturados y atormentados, entregados a la muerte por inanición en todas las formas posibles, desde las más sofisticadas a las más brutales, tienen el pequeño consuelo de saber que el mundo civilizado se preocupa por ellos; ellos mismos han declarado que el mundo no podrá olvidar jamás su sufrimiento, pero los judíos, a pesar de su orgullo ancestral, son un pueblo moderno que tiene bajo control todas las claves de ese mundo moderno, y así hacen oír su voz. Los gitanos no dominan esas artes y también fueron víctimas de la demencia nazi.
Lo que les sucedió tiene un curioso matiz de razonabilidad que engañó a gran parte del mundo, cuando se supo lo que los nazis estaban haciendo. Al principio, el propio Führer tenía cierto interés en los gitanos, como reliquias fascinantes de la raza indogermánica, y era científicamente deseable conservar su estilo de vida en estado puro. Había que reunirlos a todos, numerarlos y registrar sus nombres. Los eruditos debían estudiarlos y, con un terrible sentido del humor negro, serían declarados, siendo como eran, seres vivos, objetos protegidos por el Departamento de Monumentos Históricos. De modo que los reunieron y, entonces, los mismos científicos que los habían ensalzado, los declararon grupo étnico impuro y amenaza para la pureza de la «raza superior»; la solución evidente al problema era esterilizarlos a todos y, así, poner fin a su sucia descendencia y a la inveterada delincuencia que transmitía. Sin embargo, a medida que Alemania se apoderaba de gran parte de Europa, lo más fácil fue matarlos. "



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