El reino de la noche (fragmento)William Hope Hodgson
El reino de la noche (fragmento)

"Ese río tenía todas las trazas de introducirse hacia atrás, hacia el interior del País, muy profundamente. Y pensé que no era un río sino un auténtico mar, otro mar. No había forma de cruzarlo, pues no había árboles siquiera para fabricarme otra almadía. Ni tampoco podía cruzarlo en cualquier caso, pues podía ser poco hondo aquí pero profundo en otro lado, y lleno de lodo por otros lados. Además, podía haberme sumergido por cualquier erupción repentina de limo, y eso incluso en caso de cruzarlo en balsa. Por todo ello, me volví hacia atrás, dispuesto a penetrar en la garganta, e inicié la ascensión de esta.
Caminaba con gran decisión, aunque tropezaba con frecuencia, durante seis horas. Parecía que anduviese en la más completa obscuridad, pues estaba acostumbrado a una luminosidad más intensa.
Al cabo de esas seis horas ya me encontraba a cierta distancia del País de los Mares, y era como si hubiese regresado a un lugar parecido a los horrores del Reino de la Noche. Había allí dispersos algunos cráteres similares a los del Reino. Pero en el primer tramo eran escasos. A la vera de estos fuegos se encontraban seres terribles, como pronto tuve ocasión de descubrir. O sea, que me mantenía muchas veces alejado de ellos. No siempre podía, ya que el desfiladero era angosto y apenas medía más allá de cien pasos, con lo que tenía que aproximarme a los cráteres quisiese o no.
Todo este tiempo la garganta subía con mucha pendiente y era fatigoso ir muy aprisa. Pero yo avanzaba tan rápido como podía. De repente me había excitado mucho pensando que sin duda estaba llegando a las inmediaciones de aquel lugar oculto del Mundo que andaba buscando.
Cuando hube caminado esas seis horas busqué un lugar apropiado para dormir, pues llegaba exhausto.
Encontré un lugar encaramado en la obscura pared de la derecha de la garganta. Era un saliente de la roca que pude ver con los destellos de uno de los cráteres que hacían allí una luz mortecina. Trepé hasta aquel punto y comprobé que era seguro y resultaba difícil escalarlo. Luego, tras comer, me dispuse a dormir, cosa que sucedió pronto, sin apenas poderme detener pensando en la dulzura de la doncella. En realidad, llevaba más de veintitrés horas sin dormir. Estaba cansadísimo.
A las seis horas me desperté, comí y estuve a punto abajo en la garganta, para continuar la ascensión.
Como podéis suponer, dentro ya de la garganta, plagada de cráteres, no había ya una obscuridad total, pues el resplandor rojizo mortecino de los fosos se proyectaba sobre las laderas negras de las montañas hasta cierta altura. Más arriba ya no se veía nada. Aquellas paredes negras se elevaban hasta el infinito. "



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