Beatriz Orieta "Los niños corren y saltan a la comba. Beatriz Orieta pasea junto a Dante sorteando los pupitres en medio del camino de la vida… Tiene litros de frío mojándole la espalda. Apenas pueden nada contra él los míseros tizones del brasero oxidado. Entran al aula los gritos infantiles, huelen a tos y a hambre. Algunas veces, Beatriz Orieta casi no contiene las ganas de llorar y mira las caritas sucias afanándose en recordar las tildes de las palabras llanas. Prosigue Dante todo el día musitando en el oído de Beatriz Orieta amor que mueve el sol y las estrellas. Ella siente de veras que otro mundo la mira al lado de este mundo gris y parco. Contra el lejano sol del lejano crepúsculo dos amantes se miran a los ojos. Beatriz Orieta está apoyada en su hombro. Los álamos susurran las palabras de Dante. Los amantes son túneles de luz a través de la niebla. Los besos, amapolas de un cuadro de Van Gogh. Pasa el invierno lento como pasa un poema. Pasan el frío andrajoso, la fiebre y el esputo y toman posesión del blanco cuerpo igual que las hormigas invadiendo esas migas de pan abandonadas. Sesenta años después, entre las ruinas verdes leo un descanse en paz envejecido sobre la tumba de Beatriz Orieta. El silencio es de mármol. El silencio es la respuesta de todas las preguntas. Unos metros más lejos, hace sólo dos años yace también el hombre que, apoyado en el hombro de Beatriz Orieta, dibujó un corazón sobre un tiempo de hiel. ¿Qué más puedo decir? Que la vida separa a los amantes ya lo dijo Prévert. Pero a veces la muerte vuelve a acercar los labios de los que un día se amaron. " epdlp.com |