La historia (fragmento)Elsa Morante
La historia (fragmento)

"Los truenos de los bombardeos en torno a Roma se iban haciendo más frecuentes y más cercanos, y las mujeres del tendero de Genzano, cada vez, al oírlos, se ponían en pie, lanzando histéricos gritos de terror. Después del desembarco aliado en Anzio del 22 de enero, de la barriada llegaban cantos y gritos de gozo, como si la guerra hubiese acabado. Los poquísimos fascistas de la barriada marcharon todos a esconderse, mientras los jóvenes se echaban todos a la calle, y algunos se dejaban ver incluso armados, como si se preparasen abiertamente para la revolución. Se apoderaban por la fuerza del pan, la harina y otros géneros alimenticios, en las tiendas o donde los hubiera aún, y se distribuían a la luz del día los ejemplares de L’Unità clandestina, edición extraordinaria.
Ida se alejaba de la tarbea lo menos posible, y siempre tenía a Useppe pegado a sus faldas; espantada de que los alemanes, en respuesta a la provocación, invadieran la barriada y matasen o deportasen a todos los hombres, sin perdonar a su homúnculo Useppe. Por esos días el Ogro desapareció, y ella pensó en si a lo mejor sería un espía, corrido a denunciar a la población de Pietralata al mando alemán. De todos modos, la suprema fiesta popular se resolvió en otra amarga frustración. A los pocos días los alemanes habían conseguido contener el desembarco, clavando a los Aliados en la playa de Anzio. Las mujeres del tendero se apretaban unas contra otras sin gritar y ni siquiera resollar, con los labios amarillos de miedo, ya que los truenos de los bombardeos en torno a Roma ahora eran continuos, día y noche. A esos truenos se añadía el enorme estruendo de los transportes alemanes, que recorrían las calles principales, no para retirarse, sino para atacar con nuevos refuerzos. El desembarco de Anzio no era sino un episodio frustrado. El verdadero frente seguía detenido en Montecassino. La inminente liberación era la trola de siempre. La guerra no acababa.
A finales de enero, Ida recibió la inesperada visita del tabernero Remo, quien se la llevó aparte, fuera, pues debía comunicarle noticias urgentes de parte de su hijo Nino. As estaba muy bien de salud, y le mandaba recuerdos y adioses, con muchos besitos para su hermano. Pero las últimas vicisitudes de la guerra, con la proximidad del frente, las destrucciones de pueblos y los continuos rastreos alemanes, habían obligado a su partida a interrumpir la lucha en la zona. La Libre se disolvió, algunos de sus componentes cayeron, otros abandonaron el campo. As y Piotr (Carlo) se marcharon juntos, decididos a llegar a Nápoles, cruzando la línea del frente; y se podía tener la seguridad de que, con lo listos y valerosos que eran, tendrían éxito en su empresa. Moscú y Cuatro habían muerto; y, al respecto, el tabernero le traía a Ida un mensaje póstumo de parte de Giuseppe Cucchiarelli. Este, tiempo atrás, en absoluto y universal secreto, le encargó, caso de que el muriese, avisar a doña Ida que el colchón dejado en herencia contenía una sorpresa para ella. Entre la lana, en la esquina marcada por fuera con un nudo de hilo rojo, se conservaba algo que a él, de muerto, ya no le servía ni para el retrete, mientras que a ella y al crío, en cambio, podría actualmente venirles bien. "



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