El cianuro... ¿solo o con leche? (fragmento)Juan José Alonso Millán
El cianuro... ¿solo o con leche? (fragmento)

"ADELA.— Esperémoslo, hija. Que esto no es vida.
SOCORRO.— ¡Qué!¿Algo para don Gregorio?
ADELA.— Sí, doña Socorro... Un medicamento muy bueno... Justo lo que necesita él... y nosotras.
LAURA.— El mes que viene cumple noventa y dos años... ¿No les parece que ya es mucho cumplir?
VENERANDA.— ¡Cómo!...Es casi casi, una grosería. ¡Hombre tenía que ser!
SOCORRO.— ¿Y qué le van a dar? Algún remedio alemán..., ¿verdad?... Háganme caso; los alemanes, se dan unas mañas para las medicinas... O, si no, que lo diga aquí, Veneranda.
VENERANDA.— Ya lo creo. Y para las radios y la mecánica, no digamos. Además, como son tan rubios y tan altos...
ADELA.— ¿Ustedes han oído hablar del cianuro?
VENERANDA.— No, doña Adela. Viajamos tan poco... De medicamentos y porquerías por el estilo, lo que mejor nos va es el termómetro. ¿Verdad, Socorro?
SOCORRO.— Es cierto; pero lo tuvimos que dejar, porque nos hacía llagas.
VENERANDA.— A mí me sentaba muy bien.
ADELA.— ¿El termómetro?
SOCORRO.— Como se lo decimos. Lo usábamos de reconstituyente. ¡Me abría un apetito!... Y, en verano, ¡es tan fresquito!...
SOCORRO.— Lo malo es que me bajaba un poco la tensión. Esto no quiere decir nada. A lo mejor, el cianuro no baja la tensión.
LAURA.— Es un remedio infalible. Como la lejía, pero en polvo. Y rapidísimo. Un alarde de la técnica.
VENERANDA. (Se ríe.)— ¿Has oído, Socorro?... ¡Qué disparate!... Como la lejía...
SOCORRO.— Ya, ya... ¿Y quién es la que va a tener el hijo?
VENERANDA.— Pero...,¿qué has entendido, mujer?... ¡Qué costumbre...!
SOCORRO.— Es que no he oído bien.
VENERANDA.— Discúlpela. Es la cuarta visita que llevamos hoy, y la pobre se hace un lío. Ya saben su costumbre: cuando no entiende alguna conversación, lo relaciona con el sexto Mandamiento. Suele acertar casi siempre.
ADELA.— Me hago cargo... Pero es muy desagradable... Compréndalo... El abuelo cerca de tres meses agonizando... y..., y... (Llora.)
VENERANDA.— Vamos, vamos, doña Adela...
SOCORRO.— No se preocupe, mujer... Mañana son los Santos Difuntos. No hay que perder la esperanza.
VENERANDA.— Claro...,a lo mejor..., ¿Quién sabe?
ADELA.— Lo dicen para consolarme... Pero yo sé que le queda cuerda para rato.
LAURA.— Son ustedes demasiado optimistas. Eso pensábamos hace una semana... pero pasa el tiempo... y todo sigue igual... Escuchen, escuchen... ¿No es desesperante? "



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