La niña que miraba los trenes partir (fragmento)Ruperto Long
La niña que miraba los trenes partir (fragmento)

"Me di cuenta de que había hecho el ridículo. Los ojos se me nublaron con lágrimas de rabia y de vergüenza. ¡Era lo que necesitaba! Apreté los dientes con ferocidad y tomé una decisión: ¡de mí no se reiría nadie más!
A pesar de que seguía con miedo, poco a poco lo fui dominando. Ya no escuché más los ruidos del combate. Cargaba el cañón y, mientras esperaba el momento de introducir otro obús, miraba a mí alrededor con una especie de embriaguez. Fue durante esos breves instantes que alcancé a divisar, entre las estampidas de las explosiones, una figura erguida que recorría las defensas con un képi blanco y una capa verdosa. Daba la impresión de estar en todas partes y que el fuego enemigo no pudiera lastimarlo: era el príncipe Amilakvari. Los legionarios lo avivaban con idolatría.
Nubes de humo y de arena impedían ver demasiado lejos, lo que aprovechaban los tanques del Eje para aproximarse. Venían, zigzagueaban, escupían fuego y se replegaban, buscando el flanco más débil para romper nuestras líneas. Cada tanto, una horrible explosión interrumpía el avance de uno de los tanques: había saltado en una mina. Si sus tripulantes bajaban, las armas de nuestros infantes se encargaban del resto.
Durante una breve tregua, en la que lo más fuerte del ataque se trasladó a otro sitio, retiramos el cadáver del compañero caído. El belga lo agarró de los pies y yo de los brazos, y lo pusimos en un lugar protegido, para enterrarlo por la noche. Una esquirla de granada le había abierto el vientre al polaco. Y pensar que yo ahora ocupaba su lugar. "



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