El último ateniense (fragmento)Viktor Rydberg
El último ateniense (fragmento)

"Iulianus había tomado la determinación de seleccionar todas las provincias pertenecientes al Imperio Romano representativas de su autoridad, con el gran objetivo de reformar los estudios sacros y la educación de la juventud. Asesorado por Crysantheus, eligió un cúmulo de sacerdotes y filósofos particularmente idóneos para la idiosincrasia de estos lugares. A Crysantheus se le ordenó trabajar en Achaia y recibió esta confidencia con particular alborozo. De regreso a Atenas llevó consigo un edicto imperial, que había sido enviado ex aequo a otras provincias del vasto Imperio. En el susodicho edicto, Iulianus pormenorizaba acerca de sus planes de reforma con respecto al sacerdocio de la vetusta religión. Dispuso que en cada ciudad los divinos prebostes fueran ordenados entre aquellos ciudadanos que se hubieran distinguido por su sabiduría y humanidad, sin importar no obstante el grado de sus riquezas o su posición en el escalafón social. La santidad de su oficio requería tanto pureza física como espiritual y cuando abandonaran el templo para reanudar las actividades y consuetudinarias advocaciones de la vida, deberían mostrar su virtuosismo y dar así buen ejemplo a los ciudadanos a su cargo. Los estudios sacerdotales deberían estar en consonancia con su vocación al servicio, de modo que si llegaran a sentirse tentados o atraídos por los mixtificantes principios de Epicuro o de los escépticos, deberían voluntariamente renunciar a su misión o bien estudiar con toda la diligencia posible la filosofía de Pitágoras, Platón y los estoicos, ya que éstos enseñan que el mundo en realidad está gobernado por la Providencia, verdadera fuente de cada oportuna bendición, y de ese modo preparan el alma del hombre para el advenimiento de los ulteriores castigos y recompensas. El edicto también declaraba que los sacerdotes que se consideraran indignos de esa llamada deberían renunciar inmediatamente.
En el mismo edicto, Iluanius manifestaba que deseaba privar a los cristianos del honor que habían adquirido desde antaño como los únicos organizadores y testaferros de la gracia y benevolencia divina a larga escala. Especialmente, les recordaba a los atenienses que sus progenitores fueron los primeros a la hora de establecer hospitales públicos así como asilos para los mendicantes y, por consiguiente, les exhortaba a revivir aquella costumbre de acuerdo al devenir de los tiempos.
Finalmente, concluyó que las interpretaciones alegóricas vertidas por los filósofos en relación a las antiguas divinidades deberían ser preservadas y usadas a modo de textos genéricos para el adecuado adocenamiento de la juventud y que la iniciación con respecto a los misterios eleusinos deberían ser ofrecidos libres de cargo tanto a los súbditos pobres como a los esclavos. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com