Las rosas de Stalin (fragmento)Monika Zgustova
Las rosas de Stalin (fragmento)

"Por el momento he llegado felizmente a Roma. En el aeropuerto me dio la bienvenida un funcionario menudo, calvo y sonriente de la embajada india y me pidió que volviera a la India, que el ministro de Asuntos Exteriores me proporcionaría inmediatamente un visado de residencia. Me imaginé que esta trama la debía haber inventado el embajador soviético Benedíktov, que ya se había dado cuenta de que me había escurrido de sus zarpas. En la India ya debía de ser por la tarde cuando llegué a Roma por la mañana. El funcionario era simpático y se ofreció a que si tenía una carta para mis hijos, que se la diera y que él se ocuparía de enviarla de Roma a la embajada de la India en Moscú para que no pasara por la censura. Ya tenía la carta preparada: en ella, os explicaba por qué me vi obligada a dar este paso. Quizá ya tengáis mi carta o la recibáis pronto. Bob Rayle, el segundo secretario de la embajada americana en Nueva Delhi, esbozó una mueca después de que el funcionario se llevara el sobre: aseguró que lo sorprendería mucho que os llegara la carta. Debía habérsela entregado a él, pero tenía miedo de molestarlo. Tal vez tenga razón y el hombre de la embajada india sea un mercenario de los rusos, que ya se han dado cuenta de que he huido; pero yo quería intentarlo para que conocierais cuanto antes los motivos por los que no volveré a Moscú, hijos míos queridos, aunque no deseo nada más que estar con vosotros y aunque en mis pensamientos estoy siempre con vosotros, ¡no lo dudéis!
Bob Rayle estaba convencido de que en la embajada americana de Roma me darían el visado de entrada a Estados Unidos, de que él, Bob, me compraría un billete, me acompañaría hasta la puerta del avión y que en ocho horas yo aterrizaría en Nueva York. Pero todo acabó de otra manera.
En Roma nos esperaba una sorpresa desagradable. La embajada americana recibió de Washington la orden de no apresurarse con emitir mi visado de entrada a Estados Unidos y, en cambio, estudiar atentamente los motivos de Svetlana Allilúyeva para emigrar y sus planes para el futuro. De momento que se quede en terreno neutral. Nunca me había dado cuenta de que debido a mi procedencia familiar, tanto en la Unión Soviética como en Occidente me consideran un símbolo del poder soviético. Me dicen que los espías rusos y pro-rusos me siguen en todas partes y que Occidente teme que los soviéticos pudieran raptarme en cualquier momento; por eso siempre debe haber alguien a mi lado que represente el país o los países en los que me he exiliado. Evidentemente, lo mejor, lo menos conflictivo para todos, sería que la señora Allilúyeva se lo pensara todo con calma y volviera a su casa, a Moscú.
Fue una gran decepción. Pero es verdad que en la embajada americana de Nueva Delhi nadie me había asegurado nada, solo me habían ayudado a marcharme del país y habían empezado a tramitar mi petición. "



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