La puerta abierta (fragmento)Helen Keller
La puerta abierta (fragmento)

"Con frecuencia, cuando el corazón está destrozado por el dolor, espiritualmente vagamos como un viajero perdido en lo profundo del bosque. Nos asustamos, perdemos todo sentido de la dirección y tropezamos con árboles y rocas en nuestros intentos por encontrar el camino. Durante todo ese tiempo existe un sendero –el sendero de la Fe– que conduce en línea recta hacia el exterior de la densa maraña de nuestras dificultades para alcanzar el camino despejado que estamos buscando.
Cuando pienso en todas las maravillas que ha creado la mano del hombre, me alegro y me animo. Parece la imagen y el agente de la Mano que nos sostiene a todos. Somos sus criaturas, su triunfo, reconstruidos por ella a lo largo de las eras desde el nacimiento de la raza. Nada en la tierra es tan excitante, tan terrorífico, como el poder de nuestras propias manos para guardarnos o hacernos daño. Todo lo que hace el hombre es la mano viva, la mano manifiesta, creando y destruyendo, siendo al mismo tiempo instrumento del orden y la demolición. Mueve una piedra y el universo sufre un reajuste. Rompe un terrón y surge una belleza nueva en los frutos y las flores, y el mar de fertilidad fluye sobre el desierto.
La filosofía antigua ofrece un argumento que parece que sigue siendo válido. Tanto en el ciego como en el que ve se halla presente un Absoluto que da veracidad a lo que sabemos que es verdadero, orden a lo que está ordenado, belleza a lo que es bello, tangibilidad a lo que es tangible. Si esto lo damos por supuesto, se concluye que este Absoluto no es imperfecto, incompleto ni parcial. Necesita ir mucho más allá de la evidencia limitada de nuestros sentidos y también dar luz a lo que es invisible, música a lo musical que apaga el silencio. Esto nos obliga a reconocer que nos encontramos en un mundo con orden, belleza y armonía intelectuales. Las esencias, o absolutos de estas ideas, necesariamente implican sus opuestos, que tienen que ver con el mal, el desorden y la discordia. Por eso la sordera y la ceguera no existen en la mente inmaterial, que es filosóficamente el mundo real, sino que han sido expulsadas con el material perecedero de los sentidos. La realidad, de la que las cosas visibles son un símbolo, brilla delante de mi mente. Mientras paseo por mi habitación con pasos inestables, mi Espíritu se alza hacia el cielo con alas de águila y explora con una visión insaciable el mundo de la belleza eterna. "



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