Punto umbrío "I Hubo un tiempo, tiempo de la invención y la torpeza, en el que la soledad era un esplendoroso y pavoroso exilio, donde se conspiraba contra la lección que no se quería aprender y se espiaba el misterio que se quería arrebatar. Era una gruta húmeda que enrejaba la luz en los helechos, era el rincón de los castigos donde lágrimas larvadas entronizaban, al fin, su soberanía, era la pesadilla que aleteaba acorralada en una alcoba irreconocible, o un corazón agazapado en su escondite maquinando citarse con venganzas, rebeldías y secretos ilícitos. Era un tiempo de infancia y la soledad prendía su bengala tras el escudo impenetrable del silencio. Y el punto umbrío donde se cobijaba sólo era un mágico amparo para su terco y glorioso resplandor. II Hubo un tiempo en el que el amor era un intruso temido y anhelado. Un roce furtivo, premeditado, reelaborado durante insoportables desvelos. Una confesión perturbada y audaz, corregida mil veces, que jamás llegaría a su destino. Una incesante y tiránica inquietud. Un galopar repentino del corazón ingobernable. Un continuo batallar contra la despiadada infalibilidad de los espejos. Una íntima dificultad para distinguir la congoja del júbilo. Era un tiempo adolescente e impreciso, el tiempo del amor sin nombre, hasta casi sin rostro, que merodeaba, como un beso prometido, por el punto más umbrío de la escalera. III Creí que te habías muerto, corazón mío, en Junio. Creí que, definitivamente, te habías muerto: sí, lo creí. Que, después de haber esparcido el revoloteo púrpura de tu desesperación, como una alondra caíste en el alféizar; que te extinguiste como el fulgor atemorizado de un espectro; que como una cuerda tensa te rompiste, con un chasquido seco y terminante. Creí que, acorralado por tus desvaríos, traicionado por los todavías, alcanzado por las evidencias, exhausto, abatido, habías sido derribado al fin. Y contigo, se desvanecieron los engarces entre sentimientos, imágenes, suposiciones y pruebas. Se me fueron abriendo las costuras de la memoria: ya me estaba acostumbrando a vivir sin ti. Pero tus fragmentos estallados se han ido buscando, encontrando, cohesionándose como gotas de mercurio, sin cicatriz ni señal. Y ahí estás, otra vez inocente, sin acusar enmienda ni escarmiento, guiando, dirigiendo, adentrando en ti el peligro, como si fueras invulnerable o sabio, como si, recién nacido apenas, ya fueras capaz de distinguir, en el mellado filo del clavel, la espada. IV Y así, cada minuto se alarga en lentos túneles flotando en el vacío y la raya que marca el término del día es un infranqueable y elástico tabique. Y el diablo, con su lengua vibrante, inducente, su lengua aljofarada de insidias y tristezas, su lengua fulgurante como un lirio escarlata, como una onda, dúctil, pero tan decisiva como la trayectoria de un arpón; su lengua, me enloquece. Si esto es lo que te espera, si esto es ya para siempre, él me dice, si esto es lo que le resta al resto de tu vida, él me dice, ¿merecerá la pena? año tras año, así, ¿resistirás?, me dice. Pero mi voluntad no consiente en plegarse a la razón del tiempo y su artificio ni se deja atrapar por las prórrogas que estiran pesadillas, por feroces pantanos de la imaginación, por convenios impuestos al destino, por esta incautación de toda mi existencia. Mi albedrío consiste en poder desertar. " epdlp.com |