El espíritu del don (fragmento)Jacques Godbout
El espíritu del don (fragmento)

"Por otro lado, y esto habría tenido que llevarlo a renunciar a su tesis ¿el carácter monetario de la moneda salvaje, M. Mauss observaba que el valor de las “piezas” de moneda nunca es fijo; varía en función del número de poseedores que han tenido, de su prestigio, así como de las circunstancias que han presidido las transacciones para las que han servido. Más generalmente, para un mismo bien, los precios primitivos varían en función del valor social de los cambistas. A los habitantes de tal isla, se dará un pescado a cambio de un taro o de un ñame; por ejemplo, a los de otra, diez pescados. La exigencia de igualdad, de auténtica reciprocidad aritmética no está manifiestamente en el primer plano de las preocupaciones. En Nueva Guinea, los baruya dan, en forma de barras de sal, un día de trabajo a sus vecinos yaundanyi que les devuelven dos y medio en forma de capas de corteza. La cosa es conocida por todos y considerada normal debido a la superioridad mágica de los baruya sobre los yaundanyi.
Todas estas observaciones nos conducen hacia una conclusión simple: la moneda primitiva no mide primero el valor de las cosas sino el de las personas. Si mide el valor de las cosas, es únicamente en forma indirecta, por refracción del valor de las personas. Asimismo la moneda arcaica no permite comprar cualquier cosa. ¿Y cómo podríamos además comprar puesto que no es posible obtener nada que no sea dado, fuera de los trueques residuales que no pasan por la moneda?
La moneda arcaica no sirve para comprar, sino para pagar, y principalmente no el precio de las cosas sino el de las personas, el precio de la casada o el de la sangre. No está en el centro de un sistema económico inexistente, sino en el centro del sistema matrimonial y del sistema vindicatorio. La moneda moderna no nacerá más que a partir del momento en que el valor de las cosas se vuelva autónomo con respecto al de las personas. Más que a partir del día en que los tiranos griegos, llevados al poder por los primeros fracasos de la democracia, hagan fundir los valiosos bienes pertenecientes a las familias aristocráticas para hacer de ellos monedas acuñadas cuyo valor, garantizado por la ciudad, se independizará del de sus antiguos poseedores. Antes de representar la libertad acuñada, la moneda moderna es pues primero la igualdad acuñada respondiendo al principio estatal. Garantiza que en principio uno vale uno y que todos tienen derecho a un mismo acceso a los bienes, sin importar su valor social, con riesgo de multiplicar las desigualdades concretas a partir de este principio de igualdad abstracta que cristaliza el invento de la moneda. La sociedad arcaica, por el contrario, postula que las personas y las cosas tienen a priori valores diferentes, encargados del don de producir cierta redistribución y cierta paridad a partir de este postulado de que cada uno es único. "



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