Una mujer en la noche polar (fragmento)Christiane Ritter
Una mujer en la noche polar (fragmento)

"Tras los montes de Grohuk brillan hoy dos arcos luminosos; como fuegos blancos, se destacan sobre el negro del cielo nocturno. En medio de los arcos aparece la luna. El mayor de los dos imponentes arcos todavía no ha asomado por completo detrás de las montañas cuando se cierra en un inmenso círculo, con lo que el fenómeno celeste resulta todavía más prodigioso, cercano y absolutamente impresionante. Por contraste con los inmensos círculos de luz, el paisaje terrestre tiene una apariencia inerme, como un disco extinguido.
Los círculos lunares anuncian mal tiempo, dice Karl. Por la noche, tras la aparición de ese fenómeno, estalla una tormenta explosiva. Algo sale volando desde el tejado, creo que son los remos, y la pesada ancla de hielo oscila de aquí para allá.
Desde mi ventanita contemplo el tumulto furioso de la nieve, la tormentosa niebla iluminada por la luz de la luna. La nieve corre sobre la llanura helada trazando líneas sinuosas.
Si mi marido se encuentra ahora al aire libre... ¿Puede alguien caminar en medio de un huracán como este? ¿No lo arrojará al suelo como un simple madero? ¿Debo preguntarle a Karl si habría que mandar ayuda a un hombre al que sorprende una tormenta así Karl duerme profundamente en su litera, bajo el tejado retumbante, ajeno en apariencia a la tormenta. No quiero despertarlo. Me diría lo mismo que estoy pensando yo: cualquiera que osara salir ahora, se perdería.
El bramido de la tormenta y del mar es demencial. Y ahora la oscuridad es total. Pasamos la noche entera en el más sombrío de los infiernos. Ante mis ojos aparecen todos los peligros de la bahía de Wijde. La tormenta, contra la que tal vez lucha un hombre solo, es desmesuradamente atroz.
Por la mañana, el mal tiempo amaina de forma tan súbita como se desencadenó. Karl despeja la puerta de la cabaña con la pala. En Grohuk reina de nuevo una claridad lunar, un silencio nocturno coronado, a lo lejos, por las luces ondulantes.
Nuestra cabaña se encuentra totalmente cubierta por la nieve. Los surcos completamente congelados que ha dejado la tormenta cruzan y sepultan el tejado, como si la construcción no existiera. Voy de aquí para allá, nerviosa y angustiada. El día se me hace eterno.
Finalmente, por la noche, mi marido regresa a casa, cubierto de escarcha, sonriente y cargado con numerosos zorros.
[…]
Hay luna llena. Nadie en la Europa central puede imaginarse lo que significa eso en la calva helada del planeta. Tenemos la sensación de derretirnos bajo la luz de la luna, como si esta nos consumiera. Nada importa que, después de salir a caminar bajo la luz selénica, tengamos que regresar a nuestra cabaña enterrada bajo la nieve. Es como si la luna nos siguiera y su luz estuviese por todas partes.
Nuestra consciencia es de una claridad estridente, nuestra consciencia entera está entregada a la luna.
Pasamos largos ratos bajo la luz de la luna, ya que algunos fragmentos de banquisa han llegado hasta el fiordo. Hay un iceberg entero encallado ante la costa. Silenciosamente, la corriente arrastra por delante de nuestra cabaña los altos témpanos nevados recientemente, que brillan a la luz de la luna. Los observamos fascinados. Una y otra vez, trepamos a estos montes fosforescentes para inspeccionar el mar. No parece que la gran banquisa se acerque a nuestra región, pero ya no nos libramos del brillo deslumbrante de la tierra.
A mí la luz me afecta particularmente, y los cazadores aseguran que sufro de mal de luna. Me gustaría pasar el día entero junto a la costa, allí donde los témpanos descomponen la luz en cientos de haces distintos y se la devuelven a la luna. Pero los cazadores son estrictos conmigo; no me pierden de vista ni un momento y a menudo me castigan sin poder salir de la cabaña. Allí me quedo, por lo general en el cuarto de los hombres, donde a través de los ventanucos cubiertos de nieve se filtra la luz verdosa de la luna. Ni las paredes de la cabaña ni el techo cubierto de nieve pueden impedir que imagine que yo misma soy luz de luna, deslizándome sobre las cumbres y los picos relucientes de las montañas... a través de las blancas hondonadas. "



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