Confusión de sentimientos (fragmento)Stefan Zweig
Confusión de sentimientos (fragmento)

"Y así yo, que había dedicado una vida a describir a gente a partir de sus obras y a dar una dimensión real a las estructuras espirituales de su mundo, descubrí de nuevo, precisamente por experiencia propia, cuán inescrutable permanece en cada destino el núcleo esencial del ser, la célula motriz que da origen a todo crecimiento. Vivimos miríadas de segundos y, sin embargo, es uno solo, siempre uno, el que pone en ebullición todo nuestro mundo interior, es el segundo en que (Stendhal lo ha descrito) la flor interior, saturada ya de todos los jugos, llega como un relámpago a la cristalización: un segundo mágico, parecido al de la procreación y, como él, oculto en el cálido interior de la vida propia, invisible, impalpable, imperceptible, misterio vivido una sola vez. Ningún álgebra del espíritu puede calcularlo, ninguna alquimia del presentimiento puede adivinarlo, y raras veces lo capta la percepción de uno mismo.
[...]

Y bastaron unos minutos para que yo mismo, olvidando mi intrusión, sintiera la fuerza cautivadora de su disertación que actuaba con un poder magnético; sin querer me acerqué un poco más para ver, más allá de las palabras, los gestos de sus manos que envolvían y abrazaban y a veces, cuando una palabra prorrumpía majestuosa, se extendían como alas y se elevaban temblorosas para después descender musicalmente poco a poco imitando el gesto tranquilizador de un director de orquesta.
[...]

Pero aquí un hombre se reveló ante mí en toda su desnudez, aquí un hombre se rasgó el pecho, ávido de descubrirme su corazón roto a golpes, envenenado, consumido y supurante. Una voluptuosidad indómita se martirizaba, se flagelaba voluntariamente en aquella confesión contenida durante años y años. Solo quien durante toda una vida había sentido vergüenza, había bajado la cabeza y se había escondido podía, bajo los efectos de una embriaguez tan abrumadora, descender hasta el rigor de tal confesión. Pedazo a pedazo, un hombre arrancó la vida de su pecho, y en aquella hora, yo, un muchacho, penetré azorado, por primera vez, en las inimaginables profundidades del sentimiento humano. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com