El libro de mis primos (fragmento)Cristina Peri Rossi
El libro de mis primos (fragmento)

"Después, como a las dos horas, empezó a garuar, despacio, pero este agua no venía del cielo, como la de lluvia, sino de una niebla espesa que lo
cubrió todo, el jardín, los árboles, el campo, los invernaderos, la planta alta de la casa, y en ella se diluyeron, esfumándose, las ramas, los pájaros, las nubes, hasta las cosas que siempre teníamos próximas y era habitual ver. Esto lo contemplamos desde el altillo todos los primos, que estábamos reunidos para jugar. Cómo una gran masa de niebla empezó a avanzar, a invadirnos, a inundarnos, caminando suavemente por el camino y por el aire, tragándose a cada paso a cada bocanada de humo algo de nuestro alrededor; primero fueron los grandes árboles, hundidos, sepultados en la niebla, de modo que nada se les veía, nada quedó afuera, y si alguien hubiera pasado por allí, bien podría haberse dado un buen golpe con ellos, porque no se les veía nada, ni las raíces, ni el cuello, ni la garganta, ni las ramas, ni las hojas, ni los frutos; después le tocó el turno a las estatuas, que se sumergieron en la niebla lentamente, difuminándose, primero la cabeza, después el tronco, luego un pie, entrando poco a poco en esa sólida niebla que avanzaba como un barco visto de lejos, segura y firmemente; una estatua entraba un pie en la niebla, luego un brazo, hasta desaparecer en la bruma, en la marea que se lo tragaba todo, serena, mansamente, dueña de un poderosísimo silencio, augusto y solemne. Yo nunca había oído un silencio así. No había oído jamás un silencio de ésos. Las cosas se introducían en la niebla en medio de un silencio desolador sobrecogedor y universal, como si el mundo se estuviera perdiendo sin ruidos. "



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