Buena mar (fragmento)Antonio Lucas
Buena mar (fragmento)

"Las olas, breves y continuas, salpican el cristal del portillo con una urgencia absurda, con una prisa de no sé qué. Cuando el barco se inclina a estribor veo gaviotas hacer recortes o asestar pequeños tajos al agua con la punta del ala si el vuelo es rasante. Hay algo hipnótico en esa danza aérea, aunque quizá la concentración en la acrobacia solo sea una manera pueril de retardar la inquietud de otro día largo, lento, entero. Desconcierta la necesidad de despertar cuanto antes por no estar aquí abajo solo, y el terror, luego, a verte despierto en el barco grande, cadencioso, desesperante.
Ahora pesa el estómago hueco. O no pesa nada, pero es la sensación más clara. Puedo caminar más de diez pasos sin temer la caída. Me calzo las botas con una estabilidad recobrada. Es la primera mañana que bajo a desayunar. Al abrir la escotilla que da a las escaleras sube una oleada durísima de aceite reconcentrado. Un golpe que lleva a una arcada y me clava en la caja de la escalera unos segundos, inmóvil, hasta que controlo la combinación de escalofrío y náusea. Xouba trajina en dos ollas grandes. Me mira de soslayo, con la benevolencia de quien te compadece. En la sala de rancho no hay nadie. Son algo más de las ocho y media de la mañana. Unos descansan en sus catres, otros están en las horas de faena. En un rato sonarán los tres timbrazos y el barco volverá a virar y a lanzar redes, que es la única misión, casi la única certeza en Gran Sol.
Xouba besó a su primer hijo cuando este tenía once meses. Le avisaron del nacimiento dos días después de embarcar en Vigo para hacer campaña en el caladero de Mauritania. Un padre ausente es una blasfemia que profiere la vida contra la vida. Xouba lleva en esto tantos años que ya no logra acostumbrarse. Cada vez le cuesta más, dice, volver al barco después de la semana de descanso. En los ojos almacena una pureza que descuaderna. Cuesta mantenerle la mirada porque prolonga en ella su blancura, su alma limpia. La marinería acumula unas turbulencias de carácter que enlagunan al intruso, pero este hombre establece una continuidad sencilla entre las palabras y los gestos, casi familiar desde el primer contacto. No tiene en el ánimo la celosía, el ensombrecimiento, tanta letra menuda, tantas cosas caídas por dentro. "



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