El sueño del jaguar (fragmento) "Era una joven con la cabeza rapada a quien dos mujeres indias le masajeaban el cuero cabelludo con aceite de macadamia. Ella estaba mirando al vacío. Su piel estaba pálida. Antonio le habría dado veinte años, pero algo en su modo de comportarse, una especie de abatimiento y cansancio, algo en las venas abultadas de sus manos y en la tristeza de su frente, le hizo pensar que tenía el doble. Parecía congelada, inmóvil, como una estatua, perdida en un mundo desconocido para él, y Antonio sospechaba por la expresión aterradora de sus ojos que, en aquel burdel aislado, todos los crímenes de amor se cometían con perfecta impunidad. El nombre de esta joven era Leona Coralina. Había llegado a Maracaibo por la frontera con Colombia después de escuchar que llovía petróleo al otro lado de la montaña, y también huyendo de la influencia de un proxeneta de largos bigotes rubios, un hombre lleno de vicios que había caminado por todas las aceras de Cartagena con medias de seda y la entregó a cohortes de turistas por una miseria. Una tarde de febrero, aceptando finalmente que era la única que podía cambiar su destino, se cortó el pelo y lo vendió para pagar a los contrabandistas de la Sierra para que cruzaran la frontera, siguiendo caminos impenetrables en la selva, haciendo peligroso un viaje con los traficantes de combustible, quienes quería cobrar en especie, y llegó al puerto de Maracaibo con un corte de pelo de niño y diez años mayor. " epdlp.com |