La hija del gigante (fragmento)Julia de Asensi
La hija del gigante (fragmento)

"Apenas se alejó el marino, León hizo que su hija se levantase y, aunque no le dijo lo que les amenazaba, la previno de que iba a estallar una tormenta. Camila no quiso separarse de su padre y, temblando, esperó a que se realizasen los tristes anuncios.
     La tempestad que cayó a poco rato fue horrible. La niña lloraba abrazada a su padre, que en balde trataba de calmar su agitación. Cuando oyó que el buque hacía agua y que no había salvación posible, Camila perdió el conocimiento.
     Algunas horas permaneció sin darse cuenta de lo que en su derredor pasaba. Al volver en sí, se halló en un hermoso campo a la orilla del mar. Era de noche y en el cielo brillaban la luna y millares de estrellas, sin que ni la más ligera nube indicase la pasada tormenta. Árboles gigantescos de grueso tronco y grandes hojas de diversos matices, desde el verde más claro al más oscuro; flores desconocidas en su mayor parte, de vivos colores y embriagador aroma; pájaros preciosos que iban a refugiarse en sus nidos; una aldea formada de chozas; algunos animales, al parecer domésticos, pero que Camila no recordaba haber visto nunca; un calor sofocante y una soledad absoluta en lo que a los mortales se refiere; he aquí lo que halló la hija del gigante cuando volvió de su desmayo. Ni su padre, ni los marinos, ni el buque habían dejado el menor rastro.
     Camila advirtió que su ropa estaba mojada y que tenía una ligera herida en una mano. Para que León hubiese abandonado a su niña era preciso que se hubiera muerto; así, la pobre criatura, que se creyó ya sola en el mundo, no pudo contener el llanto y ocultó el rostro entre sus manos, vertiendo copiosas lágrimas. A su pena se unía el temor de estar en un sitio desconocido, de noche y abandonada.
     Una música de instrumentos metálicos, así como platillos o hierros, vino a distraerla, y no tardó en ver por un sendero, distinto del que ella ocupaba, una comitiva de negros y negras llevando en unas angarillas el cuerpo inerte de una mujer. Algunos de los hombres tocaban aquella música que ella había oído, pero todo quedó en silencio cuando llegaron a una plazoleta donde se pararon.
     En el centro había una gran piedra que apartaron, dejando un hoyo profundo descubierto. Después de una danza acompasada, cogieron el cuerpo de la mujer y lo depositaron en el hoyo. Los negros lanzaron grandes gritos y luego echaron sobre el cadáver flores, ramas, joyas de más brillo que valor y hasta armas. Tocaron de nuevo sus instrumentos de metal y cubrieron con la piedra aquella sepultura. Sobre ella depositaron pieles y otros objetos, y volvieron a emprender su marcha lentamente. "



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