Manual para la obediencia (fragmento)Sarah Bernstein
Manual para la obediencia (fragmento)

"Fue el año en que la cerda mató a sus lechones. Fue una época veloz y amenazante. Una de las perras del lugar tuvo un embarazo psicológico. Las cosas desaparecían en un lugar y aparecían en otro. Era primavera cuando llegué al campo, soplaba un viento del este, un viento que resultó ser extraño. Empezaron a ocurrir cosas. Lo de los cerdos sucedió más tarde, pero no mucho después, y aunque yo acababa de llegar, y no estaba al cuidado del ganado, y solo me había asomado desde el otro lado de la verja eléctrica, sabía que ellos tenían razón al culparme. Pero todo eso, como he dicho, sucedió después.
Por dónde comenzar. Es cierto que solo puedo arrojar luz sobre mis actos, e incluso así es una luz débil e intermitente. Yo era la hija menor, la menor de muchos niños —más de los que quiero recordar— a los que cuidé desde mi más tierna infancia, antes, de hecho, de que yo misma tuviera el poder del habla y aunque mis habilidades motrices apenas estaban desarrolladas por entonces, ellos, mis muchos hermanos, fueron puestos a mi cargo. Atendí cada uno de sus deseos, suavicé sus más leves incomodidades con obediencia perfecta, con el más alto grado de devoción, de tal forma que con el tiempo sus deseos fueron los míos, así pude anticipar necesidades no articuladas aún, tal vez ni siquiera aún imaginadas, proporcionando a mis hermanos la mayor ayuda posible, colmándolos tan solo para que exigieran más, siempre más, exigencias a las que yo accedía con entusiasmo y prudencial prontitud, suministrándoles los complejos licores curativos recetados para ellos por varios médicos, sirviendo sus alimentos y refrigerios, sus cigarrillos y aperitivos, sus copas y vasos de leche en la mesita de noche. De nuestros padres nada diré, no todavía, no. Continué pasando los largos años desde la infancia cultivando la soledad, persiguiendo al silencio hasta su siempre inalcanzable horizonte, persecución que exigía un tipo de atención particular, un auto olvido por mi parte que me permitía dedicar la más meticulosa, la más cuidadosa consideración al otro, a tratarlo como al más preciado objeto de contemplación. En este proceso, yo me vería reducida, disminuida y en definitiva transparentada, incluso dejaría de existir. Yo sería buena. Sería todo lo que se me había pedido. "



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