La risa del cuervo (fragmento)Álvaro Miranda
La risa del cuervo (fragmento)

"El silencio se hizo total. Tenía vergüenza de encontrarse en aquel estado. Su ropa se hallaba al otro lado de la casa. Con la arrogancia que acostumbraba mostrar ante su tropa, trató de superar en vano el temor y el pudor que lo embargaban. A lo alto, diciembre tenía el resplandor de lo maravilloso. El horizonte se inclinaba más sobre sus propios confines. Le gustó que ese mes hubiese negado una vez más a su vida. Le regocijó estar frente a ese cielo azul que parecía no agotarse con tanta luz, con tanto calor devuelto de abajo hacia arriba, de la tierra al infinito.  Ante la abundancia americana ya no se creyó exageradamente grande. Se veía ante tanto esplendor algo escurrido y desgonzado. Bajó sus ojos para observar su cuerpo y encontró en el suelo a la corneja, a aquella ave de cabeza grande y gorja delgada que torcía el pico pata repetir con facilidad la vida del rey Arturo, el rey de Gales, quien junto con su encantador Merlín, había derrotado a los anglosajones hacía muchos siglos en la batalla de Badon Hill. La corneja, después de cantar y hablar de la soledad de aquel monarca que muchos confundían con un gigante y que había sido traicionado por su esposa Bretana, terminó por indicarle en un latín claro y preciso, el lugar donde hallaron el cuerpo tantos años perdido del guerrero: Hic jacet sepultus inclytus rex Arturius in insula Avalonia. "


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