De senectute "Cuando yo era muy niña las viejas se peinaban como diosas. Me gustaba acercarme y contemplar el sencillo ritual de cada día: las viejas, sentadas a la puerta, esperaban tranquilas a sus hijas que llegaban alegres, bulliciosas, a deshacer el moño del día anterior. Con la mirada absorta de la infancia, observaba caer los escasos cabellos sobre los hombros secos y la espalda abatida. Las viejas elevaban hacia el cielo su rostro con los ojos cerrados y no podía yo quitar mis ojos de la piel transparente de sus sienes, de la azulada red de duras venas, de los largos mechones apagados. Así avanzaba otro día, se tejían las trenzas con esmero, se trataban asuntos de mujeres, a veces susurrados, a veces relatados con viveza, mientras peinas y horquillas flotaban en la blanca palangana. Cuando yo era muy niña las viejas iban siempre de negro y vivían cara al sol en silencio y con los ojos cerrados, y se peinaban como si fueran diosas. Pero aquel elegante recogido que tanto me gustaba acababa cubierto por un pañuelo negro, un día más, oculto. un día más, perfecto." epdlp.com |