Armenia traicionada (fragmento)Diana Abgar
Armenia traicionada (fragmento)

"El anciano estaba incorporado en la cama, con una manta gris pulcramente extendida a modo de colcha. Había algo infantil y atractivo en su postura, como siempre ocurre en un enfermo acostado durante el día. Uno se sentía un poco brutal de pie junto a él, vestido y sano, y con un hormigueo por el frío exterior. Era el momento de manos reconfortantes y cuidados maternales para dar descanso a este bebé de ochenta años. Pero su madre había sido olvidada hacía mucho tiempo: incluso su esposa había muerto hacía medio siglo; y su único enfermero era un obispo de mediana edad, de barba negra y firme.
Era una habitación larga y baja, agradable en su austeridad. Las paredes encaladas, el suelo desnudo, la ausencia de cualquier adorno, delataba una mente limpia y devota. Las ventanas daban a un patio, silencioso salvo por el murmullo y el aleteo de las palomas. Las manos del anciano yacían quietas sobre la manta, blancas y demacradas casi hasta los huesos. El camisón ocultaba una figura tan delgada que apenas se ondulaba bajo la ropa. A través del rostro blanco y encogido ya se veían todos los rasgos del futuro cráneo; pero a cada lado de la fina nariz, ganchuda. Como un arco redondo, un gran ojo marrón revelaba la inteligencia y el celo insaciables de su espíritu interior. En su cabeza lucía una gorra ajustada de terciopelo púrpura."



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