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Con los ojos cerrados (fragmento) "En los últimos días, se había sentido, con angustia, pero también con placer, cada vez más diferente de los demás; y no podía explicar cómo los demás estudiaban sin verse obligados a hacer lo mismo que él. Y tenía más prisa por irse. Después de sólo cuatro meses de escuela, en lugar de pagar a la casera el nuevo salario mensual adelantado con el dinero recibido de su padre, regresó a Siena sin siquiera avisarle. Lo recibieron como si hubiera recobrado la cordura, aunque un poco tarde. Y de todos modos no podía decir que quería estudiar por su cuenta para presentarse a los exámenes. Pero al enterarse, por casualidad, a partir de una carta recibida de Rebecca, en la que le decía que Ghìsola estaba desde hacía mucho tiempo en Florencia y ya no en Radda, tomó inmediatamente la decisión. Domenico, que al principio había puesto demasiadas esperanzas, al apreciar su espontáneo regreso a Siena, explicándolo como un arrepentimiento enviado por Dios, trató de ser más bien amable y le preguntó: —¿Por qué prefieres alejarte de mí, tu padre? Dios debe tocarte el corazón. ¿No lo ves? Pero, viendo que ya no podía obedecerle, lo dejó solo, confiado en que el tiempo le ayudaría. Y Pietro, por conciencia y sintiéndose con derecho a hacer lo contrario de lo que su padre quería, se dedicó al estudio con una satisfacción hasta entonces desconocida para él. El seminario se había solapado con los tres años de escuela técnica, cambiándolo todo: se sentía completamente diferente y a punto de cambiar de nuevo. Su socialismo se estaba volviendo, como él decía, y como estaba de moda, intelectual. Ya no poseía la fe con la que antaño intentaba convencer a los demás; pero empleaba la moral socialista para sus propios sentimientos. Ahora aquellos tres años parecían tan rápidos como un solo día, perdiendo toda consistencia, incluso mental; como si apenas le hubieran dado tiempo para respirar. Los exámenes, incluso contra su voluntad, se convirtieron cada vez más en un pretexto; y no le parecían ni legítimos ni justos. Pero su impaciencia por volver a ver a Ghisola crecía, pues depositaba toda su confianza en él. Pasó días enteros solo en casa, contemplando, con la cara pegada a los cristales, el fino rectángulo azul entre los tejados. Ese azul absurdo, tan lejano, casi lo enfurecía; pero no le quitaba la vista de encima. Las golondrinas, que desde allí parecían negras, pasaban como azotadas por el viento. Solo allí arriba, en las últimas ventanas, se asomaba alguien a quien ni siquiera conocía. Y entonces sintió el vacío de aquella soledad encerrada en uno de los edificios más antiguos de Siena, completamente deshabitado, con la torre truncada sobre el sombrío Arco dei Rossi; entre las casas oscuras y desiertas, una junto a la otra; con escudos de armas tallados que ya nadie conoce, de familias desaparecidas; casas con muros de dos metros de grosor, con techos abovedados, las habitaciones casi sin ventilación. Telarañas gigantescas como trapos y polvo en las ventanas siempre cerradas y los alféizares que sobresalían de las fachadas." epdlp.com |