Antifa (fragmento) "Mis antepasados judíos e irlandeses no eran considerados «blancos» cuando llegaron por primera vez a Estados Unidos a principios del siglo pasado. Con el paso del tiempo se les fue aceptando gradualmente en lo que Olson denomina la «democracia blanca». El significado y los límites de estas construcciones sociales cambian con el tiempo. En todo caso, tenemos la capacidad de luchar contra la jerarquía racial que subyace a la mera idea de ser blanco. Esto no quiere decir que haya que adoptar un enfoque conservador que no reconozca las diferencias entre los diferentes grupos étnicos. Se trata más bien de actuar contra las fuentes del privilegio blanco y luchar en solidaridad con los desheredados del mundo. Por supuesto, de ningún modo quiere esto decir que haya que exterminar a las personas que actualmente se califican como blancas, sino abolir el esquema de clasificación racial que las hace ser así. W.E.B. Du Bois en «The souls of White folk», de 1920, reflexiona sobre los horrores de la Primera Guerra Mundial. Señala lo que las víctimas del colonialismo y del imperialismo habían sabido durante generaciones. «No se trata de que Europa se haya vuelto demente. No es una aberración ni una locura. Esto es Europa. Esto que parece terrible es el alma verdadera de la cultura blanca, desnuda hoy y visible». El advenimiento del fascismo no hizo sino exacerbar ese horror. Muchos comentaristas europeos y estadounidenses vieron en el Holocausto y en el ascenso del fascismo una lamentable desviación de las tradiciones ilustradas de la «civilización occidental». En cambio, Aimé Césaire concluyó correctamente que «Europa es insostenible». Del mismo modo, también nosotros debemos concluir que, como identidad forjada a través de la esclavitud y del sistema de clases, la supremacía de la condición blanca es indefendible. La única solución a largo plazo ante la amenaza fascista es minar los pilares sobre los que se cimienta en la sociedad. Están anclados no solo en la supremacía blanca, sino también en la discriminación a los discapacitados. En la heteronormatividad. En el patriarcado. En el nacionalismo. En la transfobia. En el dominio de clase y muchos otros conceptos similares. Este objetivo a largo plazo remite a las tensiones que existen a la hora de definir el antifascismo. Porque, a partir de un cierto punto, destruir el fascismo consiste realmente en promover una alternativa socialista revolucionaria (en mi opinión, una que sea antiautoritaria y no jerárquica) ante un mundo en crisis. Un mundo con pobreza, hambrunas y guerras, en el que medra la reacción fascista. Cuando le pregunté a Jim, de Antifascistas de Londres, cómo combatir a los partidos populistas de extrema derecha, me dijo: «No podemos esperar derrotar a un proyecto electoral de este tipo del mismo modo que lo haríamos con un movimiento fascista de calle. En vez de eso, tenemos que presentar mejores propuestas políticas que las suyas». No cabe duda de que las acciones en la calle y otras formas de oposición frontal pueden ser muy útiles contra cualquier oponente político. Pero una vez que las organizaciones de extrema derecha han conseguido difundir su mensaje xenófobo y distópico, nos corresponde a todos nosotros anegarlas en alternativas mejores que la austeridad y la incompetencia de los partidos de derecha e izquierda que hay en los diferentes Gobiernos. Por sí solo, el antifascismo militante es necesario, pero no suficiente para construir un mundo nuevo sobre las ruinas del viejo." epdlp.com |