El talismán de la buena fortuna (fragmento) "Sus ojos ardientes coronaban su enorme cabeza y brillaban rojos en la noche iluminada por la luna, y en medio de un violento temblor, el so nido de sus gruñidos se podía oír a varias docenas de metros de distancia, y en sus abiertas fauces refulgían unos dientes peligrosamente amenazantes. Entonces, para mi mayor asombro, pudiendo decidir entre luchar contra el oso o huir, Apa Nadola dejó escapar un grito agudo, como un grito de guerra de un soldado en la batalla, y se abalanzó sobre él. La reacción simultánea del oso fue soltar otra vez otro gruñido, mucho más fuerte que el anterior. El hombrecito acababa de declararle la guerra a la poderosa bestia. Mi boca se secó y me agarré a las ramas lo más fuerte que pude. Al ver su cuerpo entero, medía al menos quince centímetros más alto que Apa Nadola. En un instante, Apa Nadola se pegó contra la brillante capa interna blanca del oso, sus brazos lo sostenían y se aferraba con fuerza a su oponente, su tesón era tan firme y tan consistente como una cadena de hierro. El plantígrado estaba tratando de morder la cabeza del hombre y destrozarle la espalda, pero sin éxito, pues el ser humano esquivaba hábilmente las embestidas adhiriendo su propio contorno y atenazando la bestia alrededor. El partido comienza ahora, anunció mi compañero. ¿Qué hacemos? logré preguntar con mis labios temblorosos. Nada. Quédate quieto y observa —respondió Sonam. El hombre y la bestia luchaban con todas sus fuerzas, intentando domeñar a su adversario . El oso intentaba desesperadamente roer la cabeza de su oponente con sus poderosos colmillos. Apa Nadola, por otra parte, parecía ser muy consciente de las intenciones del oso y tenía la cabeza bien colocada y segura contra su garganta, sus manos poderosas sostenían el cuello del oso en un fuerte abrazo. Cada vez que el oso intentaba hacerlo caer de rodillas inclinándose hacia adelante y poniendo todo el peso de su cuerpo sobre su oponente, Apa Nadola tiraba con fuerza hacia su cabeza, estrangulándola con cada tirón. El hombrecito no le daba ninguna oportunidad de acometer su cuerpo destrozado con su integridad con sus garras mientras le hacía perder el equilibrio una y otra vez." epdlp.com |