Ensayos sobre el seminario (fragmento) "La principal característica del sistema pedagógico del seminario era la monotonía, una monotonía aterradora y letal. Penetraba hasta la médula del estudiante. Omitir una letra o colocar mal una palabra se consideraba un delito. Los estudiantes, sentados frente a un libro, repetían sin cesar y sin sentido: «Vergüenza y deshonra, vergüenza y deshonra, vergüenza y deshonra... entonces, entonces... entendieron, entendieron, entendieron... vergüenza y deshonra, entonces entendieron...». Este tormento egipcio continuaba hasta que la «vergüenza y deshonra» quedaba grabada para siempre en la mente del estudiante. El estudiante sufría enormemente durante la clase, tanto que aprender allí se convertía en un sufrimiento físico, expresado en la canción: «¡Cuán benditos son esos pueblos!». Ante esta monotonía ensordecedora, las objeciones son notables en el aprendizaje académico. Los maestros recibieron una educación escolástica, surgieron todo tipo de sinécdoques e hipérboles, se nutrieron de la filosofía del cristianismo sagrado, se educaron con esa filosofía que enseña que “todas las personas son mortales, Cayo es un hombre, luego Cayo es mortal” o que “todas las personas son inmortales, Cayo es un hombre, luego Cayo es inmortal”, que “el alma está unida al cuerpo según una ley una vez establecida”, que “las leyes de identidad y contradicción se derivan inexorablemente de nuestro yo o de nuestra autoconciencia”, que “donde aparece la luz, la oscuridad se destruye”, que “la humildad es la fuente de todo bien, y el librepensamiento es pernicioso y vergonzoso”, etc. Practicaban la dialéctica, resolviendo cuestiones como, por ejemplo: “¿puede pecar el diablo?”, “¿está la esencia del espíritu sujeta a un estado mortal en el más allá?”, “¿contiene el pecado original en sí mismo, como en “¿Cuáles son los pecados en el embrión, mortales, voluntarios e involuntarios?”, “¿Qué precede a qué: la fe sobre el amor, o el amor sobre ¿Fe?" y así sucesivamente." epdlp.com |