|
Nada que no sepas (fragmento) "—¿Te acuerdas? Esos atardeceres son espectaculares..., el mar tan cerca —dice Clara. Y enseguida es como si apenas nos oyese, como si ya estuviera allí, tendida al sol junto al Atlántico—. Un gin-tonic y buena conversación como en tiempos de tus padres —continúa nostálgica, ahora más seria, absorta en quién sabe qué. Pero a los viejos no es tan fácil borrarles las manchas de la cara. A Roberto se le han quedado las marcas invisibles del terror pegadas en el ceño y a mí las ganas de hacerle una pregunta. No me he atrevido. Qué pena, porque cuando lo vuelva a ver puede que haya pasado mucho tiempo y quizá ya no pueda contestarme. Llego a casa y me siento mal, no sé por qué. Como si se me hubiera quedado algo por decir. Siempre se habló de que Roberto había colaborado con la dictadura. Pero eso sería después de que nosotros dejáramos el país. Y no, no es eso, aunque cada vez que nos vemos lo encuentro sospechoso y tampoco sé bien por qué. Quizá fue cómplice. Pero ¿de qué? Esta molestia no tiene argumento. Una desazón sin planteamiento, nudo ni desenlace. Menos mal que por la mañana ya soy otra. Aunque en el desayuno vuelve, y sé que hasta que lo hable con alguien no se me quitará esa sensación de haber tropezado con una piedra y de que me duele el dedo gordo del pie. Esta noche, también lo sé, dormiré mal. Mi madre tenía treinta y siete años cuando murió. Es entonces cuando empiezan a tirarme las trenzas. Y veo el jardín. Y recuerdo aquel aguacate." epdlp.com |