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La película de mi vida (fragmento) "La periodista desenfunda su móvil y presiona la tecla de registro de la voz. Un tiempo atrás habría sido una grabadora digital y, mucho antes, quizá ella ni siquiera las había conocido, se habría tratado de cinta magnetofónica. Otras veces se trata de un bloc de notas, pero la pregunta es siempre la misma: «Usted es médico especialista en nefrología. ¿Por qué dejó la medicina para dedicarse al cine?». Ha obtenido la información de Wikipedia. Ya hace tiempo que redacté mi propia voz en esa enciclopedia asociativa carente de cualquier rigor y ha sido una inmejorable inversión para que nadie me haya vuelto a solicitar el currículum, ahora hecho a medida y con la información necesaria. Y allí lo dice: «Ejerció la especialidad de Nefrología hasta 1989». Un inesperado contraste con haber dedicado al cine más de la otra mitad de mi vida. Unas cuantas entrevistas más tarde, siempre ante la misma pregunta, encontré la respuesta precisa, verídica y capaz de colmar la curiosidad informativa: «Cuando cursaba el primer año de la universidad, ya programaba un cineclub. Durante los diez años de ejercicio, la medicina fue la profesión; el cine, un hobby. Era Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El desenlace fue similar al de la novela de Robert Louis Stevenson: el segundo acabó por anular al primero». La mayoría de los periodistas se conforman con esta explicación, a pesar de que su desarrollo literario podría ser más extenso. Aunque habitualmente se considere a Mr. Hyde como el villano con instintos criminales, no es más que el producto de las fantasías del socialmente respetado Dr. Jekyll, una prolongación trágica y violenta de sus deseos reprimidos, ese alter ego al que cualquier mortal aspira, pero no se atreve a liberar. Los médicos conocen el cuerpo humano y disponen de los instrumentos terapéuticos para combatir las enfermedades que lo amenazan, pero la ciencia los mantiene ligados a una realidad objetiva y demostrable. El cine, en cambio, es fantasía sin límites, el pasaporte a un mundo irreal con el que el espectador se proyecta en los personajes desde la comodidad de una butaca y el anonimato de una sala oscura. La mayoría de las películas están diseñadas para que el público se identifique con el héroe, sin menoscabar el atractivo de villanos como el gánster Scarface, el vampiro Drácula, el monstruo de Frankenstein, la bruja de Blancanieves o el propio Hyde. No por casualidad, sus creadores han dotado a estos personajes, ubicados en el lado oscuro, de un sentimiento trágico cercano al patetismo. Sigmund Freud tendría algo que decir al respecto." epdlp.com |