Tiempo de amor y soledad, de Ceniza redimida "Y he estado nueve noches bajo el abierto cielo, arañando la tierra, para calmar la sangre, y adelgazando el grito de mi voz encerrada; mientras el viento amargo se llevó brizna a brizna este perfil de sombras de mi cuerpo en tinieblas. Y luego te he entregado, noche mía, la sangre. La sangre. Sí: la sangre. La sangre que solloza por túneles azules su vida equivocada; la sangre, que no quiere desintegrar su grito, porque es el fundamento de la Flor y del Canto. Y luego di mi frente. Tras su mármol tranquilo vivió el furor del sueño su tormenta diaria, sin que una sola arruga marcara su oleaje; ni el pensamiento puro lo anegara en su sombra al horadar mis sienes su vertical tortura. Y ahora, son los ojos: los taciturnos ojos, donde guardaba el alba sus pétalos de estrellas; los ojos de agua clara, donde iban las gacelas a buscar mansedumbre para su sed de fuga. Y también va la piedra, ya muda, de los labios: los labios ya besados por muertes numerosas. Y los pies marineros, llagados de caminos; el corazón ausente y el pecho amanecido. ¿Después? -Después, la mano: la calcinada mano, marcada en su pecado con un buril de fuego; la mano que no quiso pagar su duro crimen de haber asido un sueño con sus garfios de carne. ¿La visteis algún día flotar sobre las cosas, -pájaro alucinado, que aprisiona en su pico luciérnagas azules que mueren de su fuego? Después de nueve noches, sus lirios fatigados sin memoria y sin nombre- se volvieron recuerdo. Todo se te reintegra: noche profunda y alta. La tremenda parábola ya no se apoya en Ti; y aquel temblor de siglos que me entregaste un día, aquietó, al fin, por siglos también, su inenarrable, desesperada angustia de ser humanidad. Un día, desde el fondo caliente de la tierra -seno eterno de Madre, que pare su cosecha con una indiferencia de sexo apaciguado- saldrá el rosario triste de mis huesos dolidos, libres ya del espanto de su cárcel de vida. Y nunca más la dulce canción que dio belleza al peregrino tránsito por la prisión de piedra; nunca más el lamento secreto de la flauta encenderá en la tarde su rústico llamado. Pero será otra vida. Sí: otra vida. Distinta. Despojada del largo castigo del recuerdo. Un árbol o una piedra: algo que mire al Tiempo, mudo y sordo y sin ojos, por una Eternidad. " epdlp.com |