La fuerza de la razón (fragmento)Oriana Fallaci
La fuerza de la razón (fragmento)

"A pesar de las matanzas con las que los hijos de Alá nos ensangrientan y se ensangrientan desde hace más de treinta años, la guerra que el islam ha declarado a Occidente no es una guerrilla militar. Es una guerra cultural. Una guerra que, como diría Tocqueville, antes que nuestro cuerpo quiere atacar nuestra alma. Nuestro sistema de vida, nuestra filosofía de la Vida. Nuestra forma de pensar, de actuar, de amar. Nuestra libertad. No te dejes engañar por sus explosivos. Son sólo una estrategia. Los terroristas, los kamikazes, no nos matan sólo por el gusto de matarnos. Nos matan para doblarnos. Para intimidarnos, para cansarnos, para desanimarnos, para chantajearnos. Su objetivo no es llenar los cementerios. No es destruir nuestros rascacielos, nuestra Torre de Pisa, nuestro David de Miguel Ángel. Es destruir nuestra alma, nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestros sueños. Es sojuzgar de nuevo a Occidente. Y el auténtico rostro de Occidente no es América: es Europa. (...) El declive de la inteligencia es el declive de la Razón. Y todo lo que hoy sucede en Europa, en Eurabia, pero sobre todo en Italia es declive de la Razón. Antes que éticamente incorrecto es intelectualmente incorrecto. Contra Razón. Pensar ilusamente que existe un Islam bueno y un Islam malo, es decir no darse cuenta de que existe sólo un Islam, que todo el Islam es una charca y que a este paso terminamos todos ahogados en esa charca, va contra la Razón. No defender el propio territorio, la propia casa, los propios hijos, la propia dignidad, la propia esencia, va contra la Razón. Aceptar pasivamente las tonterías o las cínicas mentiras que nos son administradas como el arsénico en la sopa es ir contra la Razón. Acostumbrarse, resignarse, rendirse por cobardía o por pereza es ir contra la Razón. Morir de sed y de soledad en un desierto en el que brilla el Sol de Alá en vez del Sol del Futuro es ir contra la Razón. Ir contra la Razón es también esperar que el incendio se apague por sí solo gracias a una tempestad o a un milagro de la Virgen. Por lo tanto, escúchame bien, por favor. Escúchame bien porque, como ya he dicho, no escribo por diversión o por dinero. Escribo porque es mi deber. Un deber que me está costando la vida. Y por deber he examinado a fondo esta tragedia, la he estudiado a fondo. En los últimos dos años no me he ocupado de otra cosa, por no ocuparme de otra cosa he descuidado ocuparme de mí misma. Y me gustaría morir pensando que tanto sacrificio ha servido para algo. Que no me ha ocurrido como a aquel padre que le explica a su hijo dónde está el Bien y dónde está el Mal mientras el hijo en vez de escucharlo cuenta hormigas y después bosteza: «¡Y cien! Eran cien». En mi «Wake up Occidente, despierta Occidente» decía que habíamos perdido la pasión, que es necesario reencontrar la tuerza de la pasión. Y Dios sabe que es cierto. Para no acostumbrarse» para no resignarse, para no rendirse, es necesaria la pasión. Para vivir es necesaria la pasión. Pero aquí no se trata sólo de vivir y punto. Aquí se trata de sobrevivir. Y para sobrevivir nos hace falta la Razón. El raciocinio, el sentido común, la Razón. Por eso esta vez no apelo a la rabia, al orgullo, a la pasión. Esta vez apelo a la Razón. Y junto a Mastro Cecco que de nuevo sube a la hoguera encendida por la irracionalidad le digo: hay que reencontrar la Fuerza de la Razón. "


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