Los trabajos de Persiles y Segismunda (fragmento)Miguel de Cervantes
Los trabajos de Persiles y Segismunda (fragmento)

"Curáronse los heridos y, dentro de ocho días, estuvieron para ponerse en camino y llegar a Roma, de donde habían venido cirujanos a verlos. En este tiempo, supo el duque cómo su contrario era príncipe heredero del reino de Dinamarca, y supo asimismo la intención que tenía de escogerla por esposa. Esta verdad calificó en él sus pensamientos, que eran los mismos que los de Arnaldo. Parecióle que la que era estimada para reina lo podía ser para duquesa; pero entre estos pensamientos, entre estos discursos e imaginaciones se mezclaban los celos, de manera. que le amargaban el gusto y le turbaban el sosiego. En fin, se llegó el día de su partida, y el duque y Arnaldo, cada uno por su parte, entraron en Roma, sin darse a conocer a nadie, y los demás peregrinos de nuestra compañía, llegando a la vista de ella, desde un alto montecillo la descubrieron, e hincados de rodillas, como a cosa sacra, la adoraron, cuando de entre ellos salió una voz de un peregrino que no conocieron, que, con lágrimas en los ojos, comenzó a decir de esta manera: ¡Oh grande, oh poderosa, oh sacrosanta alma ciudad de Roma! A ti me inclino, devoto, humilde y nuevo peregrino, a quien admira ver belleza tanta. Tu vista, que a tu fama se adelante, al ingenio suspende, aunque divino; de aquel que a verte y adorarte vino con tierno afecto y con desnuda planta. La tierra de tu suelo, que contemplo con la sangre. de mártires mezclada, es la reliquia universal del suelo. No hay parte en tí que no sirva de ejemplo de santidad, así como trazada de la ciudad de Dios al gran modelo. Cuando acabó de decir este soneto el peregrinó se volvió a los circunstantes, diciendo:
-Habrá pocos años que llegó a esta santa ciudad un poeta español, enemigo mortal de sí mismo y deshonra de su nación, el cual hizo y compuso un soneto en vituperio de esta insigne ciudad y de sus ilustres habitadores; pero la culpa de su lengua pagara su garganta, si le cogieran. Yo, no como poeta, sino como cristiano, casi como en descuento de su cargo, he compuesto el que habéis oído. -Yo apostaré que la diosa Venus, como en los tiempos pasados, vuelve a esta ciudad a ver las reliquias de su querido Eneas. Por Dios, que hace mal el señor gobernador de no mandar que se cubra el rostro de esta movible imagen. ¿Quiere, por ventura, que los discretos se admiren, que los tiernos se deshagan y que los necios idolatren?
Con estas alabanzas, tan hipérboles como no necesarias, pasando adelante el gallardo escuadrón, llegó al alojamiento de Manasés, bastante para alojar a un poderoso príncipe y a un mediano ejército. "



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