La marquesa de O (fragmento)Heinrich von Kleist
La marquesa de O (fragmento)

"En poco tiempo la plaza fue totalmente conquistada, y el gobernador, que aún se defendía porque no esperaba encontrar perdón, se retiraba con tropas desfallecientes hacia la entrada principal de su residencia, cuando el oficial ruso, con semblante muy encendido, salió de ella y le gritó que se rindiera. El gobernador le contestó que sólo esperaba aquel requerimiento; le entregó su espada, pidiendo permiso para entrar en el castillo a fin de ver lo que había sido de su familia. El oficial ruso, que a juzgar por el papel que desempeñaba parecía ser uno de los jefes de las tropas de asalto, le otorgó su aquiescencia haciendo que una guardia le acompañara; se dio cierta prisa en ponerse al frente de un destacamento, decidió el combate allí donde aún quedaba algún foco de resistencia y mandó ocupar con suma eficacia los puntos defensivos de la fortaleza. Se apresuró en regresar a la plaza de armas, dio orden de sofocar el incendio que se incrementaba y hacía estragos, demostrando personalmente una prodigiosa energía cuando no ejecutaban sus órdenes con bastante celo.
Tan pronto se le veía trepando acá y allá con la manguera en la mano, en medio de las vigas en llamas, y dirigiendo oportunamente los chorros de la bomba, como desaparecía en el interior de los depósitos de municiones, helando de espanto el corazón de sus asiáticos, o sacaba rodando barriles de pólvora y bombas cargadas. El gobernador que, entretanto, había entrado en su residencia, cayó en el más profundo abatimiento cuando supo lo que le había sucedido a la marquesa. Estaba ya completamente repuesta de su desmayo, sin auxilio del médico, como había predicho el oficial ruso, y, contenta de volver a ver a los suyos sanos y salvos, guardaba cama únicamente para aplacar sus exageradas alarmas. Aseguró a su padre que no tenía otro deseo que el de poder levantarse para dar las gracias a su salvador. Sabía ya que se trataba del conde F..., teniente coronel del cuerpo de cazadores de T..., caballero de la orden del Mérito militar y de varias otras. La marquesa rogó a su padre que suplicase encarecidamente al conde que no se marchara de la ciudadela sin haberse dejado ver un instante en el castillo. El gobernador, que respetaba los sentimientos de su hija, volvió al fuerte sin tardanza, y mientras el oficial iba y venía por las murallas pasando revista a las tropas que le quedaban y atendiendo sin tregua a las medi-das que se habían de tomar, puesto que no había ocasión mejor de abordarle, allí mismo le participó el deseo y la emoción de su hija. El conde le aseguró que no aguardaba más que el instante en que sus deberes le dejaran algún momento libre para ir a presentarle sus homenajes. Pero en el instante en que acudía a informarse del estado de la marquesa, vinieron varios oficiales a darle partes que nuevamente le arrastraron al torbellino de la guerra. Al amanecer llegó e inspeccionó el fuerte el general en jefe de las tropas rusas, testimonió al gobernador su alta estima, lamentó que el éxito no hubiera secundado mejor su valentía, y, fiado en su sola palabra de honor, le concedió plenamente libertad para ir a donde quisiera. "



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