El cardenal Napellus (fragmento)Gustav Meyrink
El cardenal Napellus (fragmento)

"No sabíamos mucho de él, aparte de que se llamaba Hieronymus Radspieller y que, año tras año, vivía en un ruinoso castillo en el que había alquilado una planta completa para su exclusivo uso.
Decoró las estancias con un mobiliario antiguo y muy caro. El propietario –un vasco ajado y taciturno–, sirvió durante mucho tiempo a una familia de noble linaje que se fue marchitando en la soledad y melancolía de ese castillo.
Castillo que, por lo demás, el vasco heredó legítimamente. Aquel que traspasaba el umbral de esas estancias acababa por sentirse totalmente desorientado por el súbito cambio: venía de atravesar una región desierta, salvaje, donde no se oía ni el canto de un pájaro y donde cualquier signo de vida parecía ausente: sólo, de vez en cuando, los decrépitos y enmarañados tejos dejaban oír sus gemidos bajo la violencia del viento, en tanto que el lago sombrío, abierto como un ojo que mira al cielo, reflejaba el paso de las blancas nubes.
Hieronymus Radspieller se pasaba casi todo el día en su bote desde el que dejaba caer al agua, suspendido de la punta de un largo y fino hilo de seda, un destellante huevo de metal, como una sonda para medir la profundidad del lago.
Posiblemente trabaje para alguna sociedad geográfica–nos dijimos, cuando una noche, al regreso de una partida de pesca, pasamos algunas horas en la biblioteca que Radspieller había gentilmente puesto a nuestra disposición. "



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