Las malas hierbas (fragmento)Andriy Holovko
Las malas hierbas (fragmento)

"Muchas millas antes de alcanzar la estación ferroviaria de Hanivka, David Motuzka fue consciente de la presencia de la estepa por vez primera, desde que dejara la ciudad en un acuartelamiento militar, cuando su rostro fue acariciado por el fuerte olor y la frescura de la tierra de una soleada mañana de otoño. En la pequeña estación pudo ver una multitud de chicas con las mejillas arreboladas, temblando a causa del frío. Probablemente regresaran de trabajar en las cosechas de azúcar. A través de la ventana, David vio montañas de remolacha, apiladas en la estación, siendo cargadas en una carreta. Cada una de aquellas chicas llevaba un fajo. Vestían abrigos negros raídos y gruesas faldas de lino sucias. E iban descalzas.
Sus rostros estaban curtidos y bronceados por el sol, sus labios agrietados por el viento.
Agarrando los tickets en las manos, se acurrucaban tímidamente en el pasillo.
David sintió una oleada de felicidad, como si hubiera visto a su hermana entre ellas. Se acercó y le dejó espacio a una de las chicas. Luego le pidió a un hombre, que estaba sentado en el banco de enfrente, permiso para sentarse.
Después de todo, él no tenía sueño y para las chicas debía ser duro permanecer de pie. De mala gana, el hombre bajó sus pies del banco. Las chicas se sentaron, y aunque no era del todo confortable, encontraron espacio para sentarse. Únicamente una de ellas permaneció de pie en el pasillo, mirando soñadoramente por la ventana.
El tren partió de la estación y la chica apretó su rostro contra la ventana. La estación de bombeo, los postes telegráficos, los cargos cargados con remolacha fueron desfilando ante sus ojos. David se dispuso a fumar un cigarrillo.
¿De dónde venís?, le preguntó a las chicas.
Hemos estado recogiendo remolacha en la granja estatal, respondió una chica de nariz respingona, la más animada y habladora de las chicas, mirándole directamente a los ojos. Luego añadió. Regresamos al hogar. El tiempo era templado cuando vinimos a trillar los campos. Después de trillar, comenzamos la recogida de remolacha y aquí estamos. Ayer pensamos que moriríamos. Estábamos descalzas y hacía tanto frío.
David echó un ligero vistazo a sus pies enrojecidos, sacudió la cabeza y permaneció en silencio. Al cabo de un rato preguntó si su hogar estaba muy lejos.
No. Ellas eran de Zhachepilivka, en el Distrito de Shcherbanivka. Había gente de Obukhivka, dijo una de las chicas, mirando reflexivamente a David. Quizás usted conozca a Yakim, que toca el acordeón. Y también había un par de chicas, Halka y Khristya. El resto no los conozco.
¿Khristya la que canta tan bien? Ella no es de Obukhivka, matizó otra de las chicas.
David preguntó instantáneamente: ¿Khristya?
¿Qué quieres decir con que no es de Obukhivka?, preguntó la primera chica, encogiéndose de hombros. Como si yo no lo supiera. Fue la propia Khristya quien nos contó acerca de los cuatreros. Una noche robaron siete caballos de los pastizales. Ella lloró, mientras lo contaba.
¿Una chica rubia, de baja estatura?, preguntó David excitadamente.
Sí, más bien baja. Tenía una cicatriz en su pecho. La marca de un látigo de los tiempos cuando las tropas de Denikin merodeaban la zona.
Una mirada de dolor contrajo el rostro de David. "



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