Nítido nulo (fragmento)Vergilio Ferreira
Nítido nulo (fragmento)

"Ahora la playa está desierta. Los últimos bañistas subieron ya la amplia escalinata y desaparecieron hace días tras los acantilados. Y, extraña, una especie de tristeza crece como la hierba y deja un rastro en las cosas. Memoria de lo que ha muerto, sutil, de lo que vibraba—y la indiferencia de la tierra, de la luz. Del mar. O quizá todo proceda de la certidumbre de mi final.
Condenado a muerte—¿cuándo me ejecutarán?—, estoy aquí, esperando, en esta prisión junto a la playa. En realidad no es una prisión, ¿un puesto de guardia? Al final de la bahía hay un fortín, ahí me han encerrado. La sala es amplia y limpia. Incluso las rejas están pintadas de blanco para dejar pasar toda la alegría que puedan. Seguro que pensaron que así sufriría más. ¿O quisieron rendirme un homenaje? Porque allá afuera me glorifican, o al menos lo hacen con aquella parte de mí que les conviene y la han incluido en su álbum de familia. Un condenado, por otra parte, siempre recibe homenaje. Aunque se le escupa en la cara, pero es difícil explicarlo ahora. Es una forma aceptable de apartarlo de nosotros y también de apartar la imagen que en él llega de nuestra propia muerte.
O una forma previa de calmar los remordimientos. Pronto seré en mí su nada de mañana, me abruman a cuidados, realmente. Todos los deseos, todos los caprichos, ¿cuándo me ejecutarán? Y mientras tanto, esta misma incertidumbre, esta posibilidad de que dentro de un mes, dentro de un minuto. Estoy tranquilo. ¿O quizá no? Estoy tranquilo.
La vida existe. El sol. Realicé mi destino hasta donde lo creí preciso, ¿qué es lo que puede sufrir en mí? Me siento junto a las rejas, miro. La arena blanca se extiende hasta casi perderse de vista, mis ojos se estremecen a la luz. La luz, quieta, brilla en el aire. La siento en las pupilas como pequeños estallidos. A lo largo de la playa el mar bate en la arena en breves ondas de espuma. Es un mar de juguete y los chiquillos lo saben. Se meten con él como con un perro viejo, y él les deja, ¿de cuándo estoy hablando? Los últimos bañistas han desaparecido, ahora estoy solo. Detrás de mí hay un guardia. Lo veo de lado, lo veo sólo de pensar en él, está inmóvil junto a la puerta, ¿qué estará pensando? Tiene órdenes terminantes de obedecerme en todo, de fiscalizarlo todo. De manera instantánea se coordina al más leve gesto mío, a un movimiento, a una palabra. Pero no me muevo, estoy callado. Tiendo los ojos por la playa hasta disolverlos en la neblina que hay al fondo, y en las grandes rocas que se perfilan dentro de ella y cierran la bahía. Súbitamente despoblada, me ha quedado de ella el eco de la excitación, de la alegría del mar. Estoy lleno aún del recuerdo de los bañistas, sobre todo de ellas, memoria difícil. Cuerpos de mujer. Fecundo tierno violento, un cuerpo. Y la dificultad de las noches. Después, el silencio en toda la extensión de la arena, algunos bancos, las estacas de los parasoles, es el fin de la estación. Pero hace calor. "



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