Sobre la libertad (fragmento)John Stuart Mill
Sobre la libertad (fragmento)

"Esta ilusión, poco menos que universal, es uno de los ejemplos de la mágica influencia de la costumbre, que no sólo es, como dice el proverbio, una segunda naturaleza, sino que continuamente se confunde con la primera. El efecto de la costumbre, al evitar cualquier duda respecto a las normas de conducta que los hombres se imponen unos a otros, es tan rotundo porque se trata de un asunto sobre el que no se considera necesario dar explicaciones, ni a los demás, ni a uno mismo. La gente acostumbra a creer que sus sentimientos, en asuntos de esta naturaleza, son mejores que sus razones y vuelven las razones innecesarias. Esa creencia ha sido animada por algunos que aspiran a la categoría de filósofos. El principio práctico que guía sus opiniones en la regulación de la conducta humana es el sentimiento, existente en la mente de cada uno, de que se exija a todo el mundo que se conduzca como él y su círculo de simpatizantes desearían.
Es verdad que nadie se confiesa a sí mismo que su crite­rio de juicio es su propio gusto, pero una opinión en ma­teria de conducta no sostenida con razones sólo puede tenerse en cuenta como la preferencia de una persona. Y si las razones, al ser expresadas, son una mera apelación a una preferencia similar por parte de otra gente, se trata del gusto de varias personas en vez de una. No obstante, para un hombre corriente su propia preferencia, así respaldada, no sólo es una razón perfectamente satisfactoria, sino la única que posee para sus ideas de moralidad, gusto y decoro que no figuren escritas en su credo religioso, e incluso su guía principal para la interpretación de éste.
En consecuencia, las opiniones de los hombres sobre lo encomiable y lo censurable están afectadas por las múltiples causas que influyen en sus deseos respecto a la conducta de los demás, causas tan numerosas como las que de­terminan sus deseos con respecto a cualquier otro asunto.
Unas veces es su razón y otras sus prejuicios o supersticiones, a menudo sus pasiones sociales, y no rara vez las antisociales, su envidia o sus celos, su arrogancia o su desdén, pero más comúnmente sus aspiraciones y temores, en una palabra, su propio interés, sea legítimo o ilegítimo. "



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