El tigre de Tracy (fragmento)William Saroyan
El tigre de Tracy (fragmento)

"A lo largo de los años, Tracy vio imágenes de todo tipo de animales en diccionarios, pinturas, enciclopedias y películas. Numerosas panteras negras acechaban entre estos animales, pero ni una sola vez se le ocurrió pensar que alguna de ellas podía ser su tigre. Sin embargo, un día Tracy fue al zoológico solo. Tenía quince años de edad, fumaba cigarrillos y miraba con interés a las chicas. De pronto, se encontró cara a cara con su tigre.
Se trataba de una pantera negra dormida que se despertó al instante, levantó la cabeza, miró fijamente a Tracy, se alzó sobre sus cuatro patas, impló como hacen las panteras y dijo algo que sonaba como «Eyeej». Luego caminó hasta el borde de la jaula, se detuvo un momento a mirar Tracy y regresó a la plataforma sobre la que había estado durmiendo. Se dejó caer pesadamente y miró de hito en hito el espacio lejano: a tantas millas y años de distancia como caben en el espacio.
Por su parte, Tracy se quedó observando a la pantera negra.
La observó durante cinco minutos, arrojó su cigarrillo al suelo, carraspeó, escupió y salió del zoológico.
—He ahí mi tigre—dijo.
No regresó al zoológico a observar una vez más a su tigre, pues no hacía falta.
Se había apropiado de él. Se había apropiado cabalmente de él, en los cinco minutos en que lo había observado mirar al infinito con el terrible orgullo y resignación de los tigres.
Cuando tenía veinte años de edad, Tracy y su tigre se mudaron a Nueva York, donde Tracy consiguió un empleo en Otto Seyfang’s, una compañía importadora de café ubicada en la calle Warren, en Washington Market. La mayoría de los esta blecimientos del área eran almacenes de alimentos, así que, además de tener café gratis—en el Departamento de Cata—, Tracy contaba también con frutas y verduras gratis.
El sueldo que Tracy recibía por su trabajo no especializado era ínfimo, si bien éste era abundante y difícil. Al principio, echarse un saco de cuarenta y cinco kilos de café al hombro y caminar cerca de cincuenta metros con él no era tarea fácil, pero pasada una semana esta labor apenas revestía dificultad. Hasta el propio tigre llegó a sorprenderse de la facilidad con la que Tracy transportaba los sacos de un lado a otro. "



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