Jennie Gerhardt (fragmento)Theodore Dreiser
Jennie Gerhardt (fragmento)

"Una mañana, en el otoño de 1880, una mujer de mediana edad, acompañada por una niña de ocho años, se presentó en la recepción del hotel en Columbus, Ohio y preguntó si había algún trabajo que ella pudiera hacer. Su aspecto era indefenso, su mirada franca y su semblante tímido. Sus ojos eran grandes y pacientes y se percibía en ellos una sombra de la angustia que sólo conocen aquellos seres que han sido mirados con simpatía a causa de su inánime miseria. Cualquiera podía darse cuenta de la timidez y la mirada vergonzosa de la hija, lo que hacía que se ocultara un tanto y tratara de aparentar indiferencia. Era un producto de la fantasía, el sentimiento, el cariño innato de la indocta pero poética mente de la madre combinada con la gravedad y el equilibro característico de su padre. La pobreza las guiaba. Juntas representaban una imagen de honestidad que conmovió a los empleados del hotel.
¿Qué es lo que le gustaría hacer?-dijo el recepcionista.
Quizás usted tiene algo relacionado con la limpieza, replicó la madre, tímidamente. Yo podría limpiar los pisos.
La hija, escuchando la conversación, apenas se movía, no porque estuviera irritada, sino porque ella odiaba que la gente supusiera su grado de extrema pobreza. El recepcionista estaba afectado por la evidencia de la situación. La inocencia indefensa de la hija hacía que su suerte pareciera realmente difícil. Aguarde un momento, dijo el recepcionista y entró en la oficina y llamó a la encargada de mantenimiento.
Había trabajo que hacer. La escalera principal y el salón tenían un aspecto un tanto desaliñado debido a la ausencia regular de una mujer que se dedicara a las tareas de limpieza y acondicionamiento.
¿Es esa niña su hija?, preguntó la encargada, que podía verlas desde donde estaba.
Sí, eso creo.
Ella podría venir esta tarde. La niña podría ayudarla, supongo.
Verá usted a la encargada, dijo el recepcionista, tan pronto como regresó a la recepción. Siga a la derecha-señalando la puerta más cercana. Ella acordará con usted todas las condiciones.
Una pequeña cadena de infortunios, de la cual esta escena podría haber sido la trágica culminación, había tenido lugar en la vida de la familia de William Gerhardt, un comerciante de vidrios. Habiendo sufrido los reversos más comunes de la vida, se había visto forzado a ver a su esposa, sus seis hijos y a sí mismo dependientes de la necesidad de cualquier ganancia inesperada o gracia del destino cada mañana. Él mismo se encontraba enfermo en cama. Su hijo mayor, Sebastian, o Bass, como solían llamarle, trabajaba de aprendiz en una fábrica de automóviles, pero recibía únicamente cuatro dólares a la semana. "



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