El alma del ateísmo (fragmento)André Comte-Sponville
El alma del ateísmo (fragmento)

"Pero el on ["se"], en francés, puede designar asimismo a una colectividad, una sociedad, e incluso a la humanidad en su conjunto. Nuestra pregunta adquiere entonces un sentido muy diferente, menos individual que sociológico. Equivale a preguntar: "¿Puede una sociedad prescindir de la religión?".
Aquí, todo depende no ya de quién, sino de qué se habla: todo depende de qué se entiende por "religión". Si entendemos la palabra en su sentido occidental y restringido, como la creencia en un Dios personal y creador, entonces la pregunta se resuelve históricamente: una sociedad puede prescindir de la religión. El confucianismo, el taoísmo y el budismo desde hace mucho tiempo lo han probado, inspirando a sociedades enormes y admirables civilizaciones, entre las más antiguas de las que siguen vivas en la actualidad, entre las más refinadas, incluso desde un punto de vista espiritual, y que no reconocen a ningún Dios de este tipo.
En cambio, si tomamos la palabra "religión" en su sentido amplio o etimológico, la pregunta sigue abierta. La historia, por mucho que nos remontemos en el pasado, no registra ninguna sociedad completamente desprovista de ella. El siglo XX no es una excepción. El nazismo apelaba a Dios ("Gott mit uns"). Por lo que respecta a los ejemplos de la URSS, de Albania o la China comunista, lo menos que se puede decir es que son poco concluyentes, y no estuvieron desprovistos de cualquier componente mesiánico o idólatra (respecto a ellos se ha hablado, y no sin razón, de una "religión de la Historia"). Y dado que, en estos casos, duraron demasiado poco tiempo como para constituir verdaderamente una civilización, e incluso-¡felizmente!- para destruir completamente las civilizaciones que les habían visto nacer, nos vemos obligados a admitir que no conocemos ninguna gran civilización sin mitos, sin ritos, sin sacralidad, sin creencias en fuerzas invisibles o sobrenaturales y, en suma, sin religión, en el sentido amplio o etimológico del término. ¿Debemos concluir que siempre será así? Esto sería ir demasiado lejos, o demasiado aprisa. Con la espiritualidad sucede lo mismo que con la Bolsa: los resultados pasados no prejuzgan los resultados futuros. Sin embargo, tiendo a pensar que, en varios siglos, pongamos en el año 3.000, todavía habrá religiones, y también habrá ateos. ¿En qué proporciones? ¡Quien lo sabe! No es lo más importante, por lo demás. De lo que se trata es menos de prever que de comprender. "



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