El pasmo (fragmento)Víctor Chamorro
El pasmo (fragmento)

"El año ha traído buenas cosechas. Se orean las ropas de lujo. Se estrenan prendas. Novias y doncellas abren arquetas y manosean gargantillas caladas, botones charros, colgantes y veneras, filigranas para realzar cuellos y orejas, blandas telas de aceituní. Los días menguan y a la noche refresca. El pueblo, con el pulso alterado, se acerca al último domingo de agosto. La semana anterior y en los días pares el bullicio se instala en la puerta de la casa del mayordomo que se encarga del servicio de la capilla de los santos y de organizar los festejos. Le ayudan un alcalde y un alguacil, cargos que se renuevan anualmente y de obligatoria aceptación por acuerdo remoto del Ayuntamiento. El párroco, que acompañaba al mayordomo, autoriza a cuatro mujeres para que se inicien, al son de panderos cuadrados, las coplas del ramo, que desgranan con monotonía africana.
Las calles vomitan gente a la plaza. El tamborilero, rodeado de niños ávidos, esparce su monotonía. Se contrata a uno prestigiado y se le da comida, vino y ocho reales. Suelen traer a tío Pablo que se presenta con sus útiles de trabajo: flauta de madera de fresno de tres agujeros reforzada con virolas de asta de cabra, adornos de plata y embutidos de huesos. Tambor de madera de cerezo y pellejos de cabra. Le piden que toque Antonio Divino y Santo, El Perantón, el Palillo Palillero.
-Ahora es turno de mujeres-dice respetuoso.
Esta fiesta es un desborde de alegría. Nadie recuerda ya a los predicadores que hablaron de la muerte y del infierno. Ni al padre Benito de San Juan de Dios que puso los pelos de punta durante las misiones. El pueblo entero llenó el cementerio y Benito de San Juan de Dios tronó con un velón en la mano izquierda y una calavera amarilla en la derecha. "



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