Una palabra, solamente una palabra (fragmento)Georg Ebers
Una palabra, solamente una palabra (fragmento)

"El bufón se habría retirado gustosamente, porque sentía la hiel del frío y estaba agotado, pero, aunque la habitación no pudiera ser calentada, se mantuvo fiel, en su puesto, durante horas. Con las manos y los pies entumecidos, vio a la luz de la lámpara de noche cada respiración dibujada por el niño, a menudo lo miraba con empática ansiedad, como si fuera su propio hijo.
Cuando Ulrich por fin despertó, preguntó tímidamente si era él, y cuando el bufón apaciguó su ánimo, le pidió un poco de pan, estaba tan hambriento.
Pronto, el bufón colocó el contenido del plato frente a él. Pellicanus quería darle de comer como a un niño pequeño, pero Ulrich tomó la cuchara de su mano, mientras el otro lo observaba sonriente, sin sentirse molesto, viendo cómo comía robustamente hasta quedarse satisfecho, y luego comenzó a confundir al muchacho con preguntas, que a éste le parecían ni muy inteligibles, ni propias de quien pretende inspirar confianza.
¡Bueno, pajarito!, comenzó el bufón alegremente, anticipando una confirmación a las presumibles conclusiones ulteriores, supongo que fue un viaje largo al cementerio, donde te encontramos. Una tumba es mejor lugar que una cama en Emmendingen. Es preferible estar sobre la nieve, en la carretera, con el estómago gruñendo vorazmente, muchacho. ¿Dónde está tu nido de ladrones?
¿Nido de ladrones?-repitió Ulrich, con asombro.
Bueno, un castillo o algo semejante, no importa tanto, continuó Pellicanus inquisitivamente. "Todo el mundo tiene su hogar en algún lugar, excepto el Sr. Nadie, pero tú eres alguien, aunque nadie parece saber nada acerca de tu padre. Háblame de ese viejo amigo."
"Mi padre está muerto", respondió el muchacho, y tratando de que los acontecimientos del día anterior regresaran a su memoria, se puso la colcha sobre el rostro y lloró.
¡Pobre chico!-murmuró el bufón, dejando al chico en paz, hasta acercarse de nuevo a su rostro. Luego continuó: "Pero supongo que tienes una madre en casa".
Ulrich sacudió la cabeza con tristeza y Pellicanus, para ocultar su propia emoción, lo miró con una mueca cómica, y luego dijo amablemente, aunque no sin un sentimiento de satisfacción:
"Así que eres huérfano. ¡Sí, sí! En tanto que las alas de la madre lo cubrían el joven pájaro no volaba tan irreflexivamente fuera del nido por el mundo.
¿Será una escuela latina demasiado poco para un joven noble?
Ulrich se levantó, exclamando en tono entusiasta, desafiante: "No volveré al monasterio, no lo haré. "



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