El zafarrancho aquel de Vía Merulana (fragmento)Carlo Emilio Gadda
El zafarrancho aquel de Vía Merulana (fragmento)

"La causal aparente, la causal príncipe, sería una, por descontado. Pero el suceso era el precipitado de toda una gama de causales que soplando a pleno pulmón en ¡as aspas (como los dieciséis vientos de la rosa revolviéndose a un tiempo en una depresión ciclónica) acababan por estrujar en el remolino del delito la debilitada «razón del mundo». Como retorcerle el pescuezo a un pollo. A lo que solía añadir, pero ya con cierta cansera, «que las hembras aparecen en cuanto uno las busca». Tardía reedición itálica del manido cherchez la femme. Aunque luego parecía pesarle, como de haber calumniado al mujerío, y que quisiera cambiar de idea. Lo que sería meterse en berenjenales. De donde un su callar, caviloso, como temiendo haber hablado de más. A su entender, tal cual móvil afectivo, un tanto o, diríais, un cuanto de afectividad, siempre algún «cuanto de erotía» intervenía incluso en los «casos de intereses», en los delitos aparentemente más alejados de las tempestades de amor. Algún colega un tantico envidioso de sus hallazgos, tal cura más enterado de los muchos males del siglo, como más de un subalterno, no pocos ordenanzas, los superiores mismos, pretendían que ello fuese por leer libros extraños: de los cuales sacaba todas aquellas historias que nada quieren decir, o casi nada, pero que sirven para burlar a los poco preparados, a los ignorantes. Eran cosas un si es no es de manicomio: una terminología de médico de locos. ¡Y muy otra cosa es menester en la práctica! Los humos y los filosofismos queden para los tratadistas: la práctica de las comisarías y de la brigada móvil es otro cantar, requiere mucha paciencia y no menos caridad: amén que estómago firme: y, mientras no vaya manga por hombro todo el tinglado de los tállanos, sentido de responsabilidad y decisión segura, moderación civil: eso es: eso: y pulso firme. De tan justas objeciones la verdad es que él, don Chito, no se daba por enterado: seguía durmiendo en un pie, filosofando a estómago vacío, haciendo como que fumaba su cabo de pito, normalmente apagado.
Para el 20 de febrero, domingo. San Eleuterio, los Bravonelli le habían invitado a comer: «A la una y media, si no tiene inconveniente.» Se trataba, dijo la señora, del «aniversario de Remo»: y efectivamente Remo, en el Registro Civil había sido inscrito como Remo Eleuterio, y como tal bautizado seguidamente en San Martino ai Monti, para así recordar la fecha. «Dos nombres nada conformes con tales orejas –pensó don Chito–, el uno como el otro.» Para un caradura de aquel porte era un gasto por demás. Como la otra vez, la invitación se la habían hecho por teléfono dos días antes, con una llamada «del exterior» al Colegio Romano, vale decir a Santo Stéfano del Cacco. Primero una voz melodiosa, le había hablado la señora: «Soy Liliana Bravonelli»; luego había aparecido el másculo, el Bravonelli varón, como refuerzo. Don Chito, una vez santificada la fiesta en la barbería, se hizo con una botella de aceite para la señora. La comida dominical fue agradable, bajo la luz de una tarde maravillosa, quedando por la acera el confetti y algún gentil dominó, una trompeta acaso, tal cual azul Cenicienta o negroterciopelado diablillo. "



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