Sobre el sentimiento de inmortalidad en la juventud (fragmento)William Hazlitt
Sobre el sentimiento de inmortalidad en la juventud (fragmento)

"Nos protege un hechizo que se ríe con desprecio de tales suposiciones enfermizas. Como cuando se parte para un viaje gozoso, esforzamos nuestra ansiosa mirada hacia adelante:
Saludando con entusiasmo dulces y lejanas perspectivas, sin hallarle término al paisaje; nuevos objetos se nos presentan mientras avanzamos. Así, en el comienzo de la vida, no ponemos límite a nuestras inclinaciones, ni a las ilimitadas oportunidades de satisfacerlas: todavía no hemos encontrado obstáculo, ni síntomas de cansancio y nos parece que podemos seguir así para siempre. A nuestro alrededor observamos un mundo nuevo, lleno de vida, de movimiento, de incansable progreso y sentimos en nosotros todo el vigor y el ánimo necesarios para mantener el paso sin poder predecir por ningún síntoma presente cómo se nos dejará atrás en el natural fluir de las cosas, hasta declinar en la vejez, hasta caer en la tumba. Es la simplicidad y el carácter tan abstracto de nuestros sentimientos juveniles lo que, por así decirlo, nos identifica con la naturaleza y, siendo leve nuestra experiencia y fuertes nuestras pasiones, nos hace creer que, como ella, somos inmortales.
Nuestra perecedera conexión con la existencia-inocentemente nos congratulamos- es una unión indisoluble y duradera, una luna de miel que desconoce la frialdad, la discordia, la separación. Igual que los recién nacidos ríen y duermen, nos arrullamos en la cuna de nuestras caprichosas fantasías, adormecidos protectoramente por el estruendo del mundo en torno nuestro; con ansia bebemos la copa de la vida sin vaciarla, al contrario, se nos derrama; los objetos se apiñan a nuestro alrededor llenando nuestra mente con su magnitud y con el tropel de deseos que aguardan. Así, no nos queda lugar para pensar en la muerte; desde esa plenitud de nuestra existencia no podemos cambiar de repente a polvo y cenizas, no podemos imaginar "este sensible, caluroso movimiento, convertirse en un terrón amasado"; estamos demasiado deslumbrados pro el resplandor del soñar despierto que nos rodea para poder fijarnos en la oscuridad del sepulcro. No vemos más nuestro fin que nuestro principio: el uno perdido en vacío y olvido, el otro oculto por la multitud y la prisa de los acontecimientos próximos; o vemos la amenazadora sombra que aguarda en el horizonte que estamos destinados a no sobrepasar y cuya última, borrosa, trémula silueta ¡toca el cielo y nos traslada a las alturas! El arraigo que la vida ha cogido en nosotros no nos permitiría apartar nuestros pensamientos, aunque quisiéramos, de objetos y ansias que tenemos delante. ¿Qué hay más opuesto a la salud que la enfermedad, a la fuerza y a la belleza que el decaimiento y la descomposición, a la activa búsqueda del conocimiento que el simple olvido? Acaso no contamos con ninguno de los habituales recursos para impedir el asalto de la Muerte y mofarnos de sus inútiles amenazas, mas la Esperanza suple su lugar y corre un velo sobre el repentino fin de todos nuestros acariciados proyectos. Mientras el espíritu de la juventud permanezca ileso, antes de que "se beba el vino de la vida", somos como gente intoxicada o enfebrecida. "



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